Es un asunto delicado, en el que
los sentimientos, el dolor, la desesperación, están a flor de piel. Es tema
propicio para la demagogia e incluso la manipulación. Lo estamos viendo. La
tragedia del Madrid Arena, si se deja en manos de los políticos, parecerá el
cuento de la buena pipa. Nadie está dispuesto a asumir responsabilidades, lo
cual era fácil de prever dados los innumerables precedentes, y, por tanto, sólo cabe confiar en la acción de la Justicia.
No quiero pensar en el sufrimiento de las familias de esas cinco jóvenes -la
quinta falleció ayer- que dejaron su vida en el fatídico tumulto de aquellos
siniestros pasillos. No quiero ponerme en la cabeza de los padres de las chicas
que ven como se juega, como si de un partido de tenis se tratara, con la
frivolidad e incluso con el despropósito inhumano a la hora de coger el toro por
los cuernos. La alcaldesa de Madrid está totalmente desbordada y no sabe por
donde salir. Pues que dimita. Los gestores de las empresas implicadas han
tocado a zafarrancho de combate y sálvese quien pueda. Nadie va a devolver la
vida de las jóvenes que aquel día entraron a aquel recinto con el objetivo de
pasárselo bien, nadie va a llenar el vacío de dolor, nadie va a resolver el
desconsuelo de sus familias, pero quienes han pensado más en el vil metal que
en el riesgo de las personas, quienes son capaces de jugar tan alegremente con
la vida y la integridad humanas, no pueden quedar impunes, por eso termino como
empecé, es a la Justicia a quien corresponde dejar caer todo el peso de la ley
sobre los responsables, mejor dicho, sobre estos irresponsables, que tienen nombres y apellidos, que éstán bien a la vista.
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