Nunca le concedí mayor importancia
a la polvareda levantada con la ola soberanista catalana pretendidamente
capitalizada por Artur Mas hasta el día 24 del presente mes. La prueba está en que
apenas le dediqué espacio en las "Acotaciones". Y si alguna vez me referí a este tema fue para reprobar los despropósitos de algunos militares retirados que invocaban la toma de Barcelona con los tanques. No quiere ello decir
que no tenga en consideración y respete las ansias independentistas que anidan en una
parte importante de la sociedad de aquella nacionalidad histórica. Pero eso es
harina de otro costal. El planteamiento siempre me pareció, igual que a otros analistas y voces mucho más autorizadas que la mía, que se trataba de una argucia a la
que se quiso sacar el mayor rédito electoralista echando al propio tiempo una cortina de humo sobre el desgaste de una complicada gestión que llevó a la quiebra de las cuentas de
la Generalitat por mor de la dichosa crisis. De hecho, la campaña electoral giró en torno al derecho a
decidir, consulta, secesión, etc, no tanto sobre los problemas reales por los
que atraviesa Cataluña. Creo que tanto CIU como el PSC llevaron el mayor
varapalo por su improvisación. Mas empezó a esgrimir la bandera de la
independencia en la jornada siguiente a la multitudinaria manifestación de la
Diada, decisión que pilló con el pie cambiado
a los socialistas catalanes que no supieron muy bien a qué lado virarse y
optaron por salirse por la calle del medio, replicando con la propuesta
federalista. Ambas cuestiones fueron planteadas de un día para otro cuando en
realidad exigen un debate largo y tendido antes de emplazar a la ciudadanía a
esa especie de plebiscito en que Mas, y al rebufo ERC, convirtió la
convocatoria de unas elecciones anticipadas. Los libros de historia tendrán que
recoger esta enorme torpeza o chapuza. CIU perdió la mayoría y es ahora la
desahuciada. Nadie quiere saber nada de pactos de gobierno. Incluso, su socio, Durán i Lleida, que ya no las tenía todas consigo con
esto de la independencia, tras las elecciones empieza a reconocer que todo pudo
haber sido un error de estrategia. ¿Y ahora qué?
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