Podíamos llegar a creer que lo de la segunda
residencia de los ferrolanos es fruto del desarrollismo o de la etapa de vacas
gordas que disfrutamos los últimos años. Es verdad que la cosa se habrá
mejorado mucho, pero esto viene de atrás, de muy atrás. En mi "manía"
de hurgar en legajos antiguos y periódicos del año de la pera me encontré con
una sección titulada "Costumbres ferrolanas" de El Correo Gallego de 1894. El cronista dice refiriéndose a los
hábitos del verano de los ferrolanos "Y he aquí que dentro de pocos días
lo granadito de nuestro pueblo se instala en las casitas de los lugares todos
que rodean al Ferrol, para aspirar con delicia el oxígeno de la vegetación, las
humedades de los corrales, las emanaciones de las eras y los aires colados por
rendijas de los endebles tabiques de madera, mal encalada, nido de chinches... Dentro
de dos meses todo el mundo está en la aldea y la color tostada de la tez y el
rosado de las mejillas son la mayor prueba de la salud alquilada en ese
período, a cambio de tantas molestias". El simpático relato no exento de
sarcasmo continúa y constituye a mi entender toda una pieza creativa en el
lenguaje, perdida en la balumba que almacenan las hemerotecas a la que no se le
da mayor importancia cuando en realidad la tiene si quiere uno investigar en
el costumbrismo de nuestros ancestros. Ciertamente, la segunda residencia de
aquella época, tal como queda de relieve, eran las casitas de aldea, en las que
se compartían vivencias con familias campesinas y hábitats que en muchos casos
acusaban las consecuencias del paso del tiempo y el reflejo de economías frágiles. El
periodista resalta que en la aldea se ahorra en el vestir "Sálese a la
carretera como se está en casa" y en lo de comer no dejan de aceptarse
ciertos sacrificios "porque en la aldea ni puede comerse como en el pueblo,
ni se tiene el servicio de Ferrol ni siquiera la vajilla es otra que el desecho
de la de casa y todas saben bien que allí se lleva lo peor". Hoy,
afortunadamente, las casitas de aldea se muestran rehabilitadas con piedra a la
vista, cuando no son de nueva construcción dotadas del mínimo confort. He ahí
las diferencias.
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