miércoles, 29 de febrero de 2012

Obama y yo

Internet nos ha dado la posibilidad de hacer tabla rasa con las fronteras territoriales, culturales, sociales, políticas, económicas, etc, de manera que, derribados esos muros, ¿nos hace a todos iguales? Hoy, de la misma manera que estoy yo publicando, lo hace o lo puede hacer el mismísimo presidente del "megaultrapoderoso" EE UU. Naturalmente, no tendremos idénticas audiencias. Seguro que Obama contabilizará algunos seguidores más, pero no importa, lo que quiero decir es que nos asomamos todos a la misma ventana y, además, cabemos todos. Únicamente nos condiciona el idioma, pero también para facilitar la comunicación han surgido los traductores on line, que a veces dignifican a Perogrullo, pero que, al menos, te pueden indicar por donde van los tiros. No obstante, no era mi objetivo ensayar sobre la filosofía o, para los que peinamos canas, el milagro de la red de redes sino tan sólo dejar esta brevísima e irrelevante reflexión a modo de saludo preliminar -estoy estrenando el blog-  porque, por otro lado, todo lo que uno pueda decir del "fenómeno internetiano" sería una retahíla de obviedades que no vienen a cuento. A lo que iba, mejor a lo que vengo es a lanzar un grito ecuménico, de Ferrol para el Mundo, simplemente con la sana intención de que, cuando menos, me lea un amigo que tengo en Nueva Zelanda o una prima política que reside en Puerto Rico, empero, dicho sea en honor a la verdad, con la ilusión no disimulada de que, realmente, sean muchos más. Tengo la avidez de un niño, siendo ya bastante mayorcete (qué cosas ¿verdad?) de experimentar la sensación de pasmo cuando por primera vez el adolescente lanza un grito frente a una colina y percibe, en viaje por el aire, el eco repetido de su propia voz. Hoy -estoy empezando a navegar- no tengo ganas de arreglar el mundo. Por cierto, ¿no hay alguien entre tanta gente, que espero que me "escuche", que le pare los pies a ese desalmado gobernante sirio que masacra a su pueblo?