Se
decía estos días que si Europa tuviese que elegir le daría su apoyo a Obama,
quien acaba de obtener el respaldo mayoritario de los votos electorales de los
EEUU sin necesidad de esperar a la decisiva Ohio, en la que, finalmente, también
venció, rompiendo los pronósticos de que las fuerzas estaban muy igualadas con
el candidato republicano Romney. El mundo occidental tiene motivos por tanto
para concelebrar esta victoria. A mi modesto entender, con las limitaciones
naturales del ciudadano común que simplemente procura estar informado de lo que
sucede en la aldea global, (los análisis sesudos los dejo para los
especialistas y politólogos) Obama sigue representando para la sociedad
norteamericana el banderín de enganche con un futuro más esperanzador, más
vanguardista y dinámico, lejos de la espesura y el conservadurismo de los
republicanos, cuyo líder despertaba poca o nula empatía con independencia de
que representaba más los intereses de una elite que los de las clases medias. En ese sentido los
electores han roto, por segunda vez, con la imagen de esa sociedad rancia
apostando por una marca más progresista, como lo ha demostrado al emprender la
complicada reforma sanitaria o el apoyo al movimiento gay, aborto, etc, además
de haber acabado, en severo y demandado acto justiciero, con el líder de Al Qaeda
Osama Bin Laden. Quede dicho lo anterior por citar algunos hitos en la
trayectoria de este joven político estadounidense. Ello a pesar de que cuatro
años de mandato, en un contexto de crisis como el que vive el mundo ocasionan
un serio desgaste. Obama tendrá ahora la oportunidad de proseguir con el
trabajo iniciado y por delante tiene otros cuatro años para poder, o al menos
eso se espera, rendir la obra acabada. Según declaraba ayer celebrando su
triunfo "lo mejor está por llegar". Como siempre, el tiempo será el
testigo.
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