Cuando
uno sufre una fuerte contusión, esa parte de la anatomía humana afectada suele
quedar instantáneamente dormida, insensible. Pues lo mismo le está ocurriendo a
la sociedad. Aquí y en Madagascar, es decir, allí donde la crisis se está
cebando. El impacto ha sido y es tal que se ha producido el efecto de una anestesia
general. El fenómeno es de tal calibre que la capacidad de asombro ha superado
los umbrales de normalidad y el impulso de reacción quedó súbitamente
bloqueado. Estamos, por recurrir a otro tipo de comparaciones, como el boxeador
que tras recibir un duro castigo deambula por el ring de un lado para otro,
totalmente desnortado, con las fuerzas exánimes, en busca de unos segundos de
oxigenación que no llegan y a punto de que el juez detenga el brutal espectáculo.
Prácticamente, de la noche a la mañana se ha derrumbado el edificio del
bienestar y en un corto período de tiempo las consecuencias reproducen ya el
escenario del dolor y la tragedia humana: niveles de paro y de pobreza escandalosos, derechos
conquistados a base de sangre, sudor y lágrimas, anulados, corrupción,
injusticias sociales manifiestas...En fin, nunca la política y los políticos,
aquí y en Pernambuco, han jugado de manera tan deprimente el bochornoso papel
de títeres, nunca la política y los políticos, en España y en Europa, han sido
tan inútiles e incapaces de enderezar la nave en este mar alborotado del
capitalismo salvaje e inhumano que arrasa con todo lo que encuentra. ¿Qué
sentirá un dirigente de cualquier país cuando se
va a la cama, mirando desde la ventana de su conciencia todo lo que sucede
"ahí fuera"? ¿No se le revolverán las tripas? ¿Podemos continuar
esperando a que sean ellos los que encabecen el cambio de rumbo y dejen de
desempeñar el rol de brazo ejecutor de tanta calamidad como nos asola? ¿La UE seguirá dándole la espalda a la realidad? Como la respuesta a las interrogantes puede intuirse, no cabe otra alternativa a que, como siempre, las clases populares y trabajadoras sean las que intenten frenar el tsunami. El estallido social sobreviene inevitable. El anticipo ya lo tenemos actualmente en la calle.
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