Las
encuestas lo vienen reflejando en los últimos años y cada vez con mayor
contundencia: los políticos están entre las primeras preocupaciones de los
españoles. Su imagen se ha ido
deteriorando hasta llegar a extremos inquietantes. Las razones bien a la vista
están y no vamos a entrar en ellas para no ser recurrentes, ya que en más de
una ocasión hemos abordado el asunto. Convencidos todos o casi todos de que hay
que tomar medidas, de que es urgente restablecer valores que se han devaluado, la
cuestión está en fijar el método a seguir. Así, un poco a boleo, me atrevo a
significar algunas ideas en las que analistas y politólogos ya vienen
incidiendo. Fundamental es la transparencia. Es perentorio fijar mecanismos que
impidan acudir a la política con el fin de enriquecerse personalmente. La
fiscalización de quien entra y sale debe de ser rigurosísima. El ciudadano tiene
que ganar la confianza de que se acabó el pelotazo y el choriceo. Listas
abiertas, que permitan al votante ordenar a su gusto a los candidatos. Acabar
con la verticalidad en los partidos, en los que las cúpulas manejan, hacen y
deshacen a su antojo. Que sean las bases las que ponen las
condiciones y que la selección de candidatos se haga a través de las primarias.
Modificar la ley electoral para acabar con la injusticia de la proporcionalidad
actual que lesiona gravemente a las minorías y únicamente busca el asentamiento
del bipartidismo. Finalmente, activar el Senado como cámara de las CCAA. Lo dicho, o renovarse o morir. Pero, ya, sin más pérdida de tiempo. Nos va mucho en ello.
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