Las próximas
elecciones van a dar alguna pista en torno a
un fenómeno cada vez más extendido y que se ha dado en llamar la
desafección política, sinónimo de desencanto, desconfianza, descrédito. Al menos en lo que se refiere a las dos grandes formaciones, PP y
PSOE. Aunque no vale la extrapolación literal, ya que unas autonómicas tienen
el sentido de elecciones locales, no obstante lo que sucede en España en
general con la gestión de la crisis es inevitable que se asocie al deterioro
democrático, a la caída en picado de la imagen de la política y los políticos y
que por tanto también pese a la hora de decidir si se participa o no en las votaciones. Desde luego, lo que se
puede decir es que las previsiones de analistas, politólogos y algunas
encuestas apuntan a posibles altos índices de abstención. El elector puede
castigar a los partidos con la indiferencia y el silencio en las urnas. Las
elecciones gallegas acaparan por consiguiente el interés general, para ver
hasta donde la desafección política ha calado en los ciudadanos y lo acusa el
PP y también será un test del que, si gana Feijoo , los "populares"
sacarán pecho para justificar más ajustes y sacrificios, además de que la
figura del ahora presidente gallego en funciones cobre muchos enteros en su valoración y sea catapultada como candidato
a suceder a Mariano Rajoy. La campaña sigue. El 21-O saldremos de dudas.
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