La verdad es
que iniciamos la semana con cifras desalentadoras, como no podía ser de otra
manera, vista la senda que nos marca la UE en la gestión de la crisis. Leemos
que la desigualdad social crece, que
cuanto mayor es el número de pobres mayor es el de ricos, que uno de cada tres
ocupados vive por debajo del umbral de la pobreza, que los servicios sociales
atienden ya a más de ocho millones de personas. En fin, para qué continuar si
con estos ejemplos basta para tomar conciencia de la situación. Para colmo de
males, el FMI viene a reconocer que ha estado haciendo mal los cálculos hasta
ahora, de ahí que nos haya sorprendido días pasados con la consideración de que la austeridad no es
la receta mágica, al contrario de lo que piensa la Unión Europea, totalmente
plegada a las directrices de la Merkel. Ante la evidencia de los datos y de los
números, reforzados con los resultados negativos de los países intervenidos,
Portugal, Irlanda y Grecia, no cabe pensar otra cosa que insistir en la teoría
de que somos víctimas de una coartada propiciada por un capitalismo salvaje que
arrasa con el Estado de bienestar y que cuenta con la alianza de políticas
neoliberales que en todo caso aplican lo de sálvese quien pueda en donde
llevamos las de perder los países del sur de la comunidad europea. Rajoy , aunque tarde, parece que se da
cuenta y busca sumar esfuerzos con Francia e Italia, pero todo se queda en una
posición testimonial, porque, entre otras razones, Francia como Italia están
esperando que España tenga que rendirse a ver si así hace de cortafuegos para
las naciones gala e italiana. Lo que hay.
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