Ayer asistí
a una reunión en la que se homenajeaba a
Álvaro García que, con su mujer Divina, (fallecida), vecinos de A Faísca, actuó
como familia de acogida y mecenas del artista luso-español, residente en
Ferrol, Manuel Patinha. Poetas, pintores, escultores, historiadores, intelectuales,
periodistas, representantes del Club de Prensa, personas de la cultura en
general, de distinta procedencia: Santiago, Coruña, Madrid, además de Ferrol,
cerca de un centenar de comensales, conformaban una distinguida concurrencia.
El propio Patinha hizo de mantenedor -por cierto toda una revelación, al menos
yo desconocía de él esa faceta- protagonizando momentos en los que se alternaba
la emoción con la distensión, en los que con la misma facilidad que afloraba el
humor en la fluida palabra del conductor de la velada, se doblaba su voz
empapada en los sentimientos, en los recuerdos y en la ausencia notada de
Divina. Numerosos asistentes, algunos seleccionados y otros espontáneos que el
querido y conocido artista iba "movilizando" a su paso por la sala describieron
a modo de concierto coral una aproximación a la figura de este matrimonio que
un día, sin conocerlo ni saber sus antecedentes, en una reacción de grandeza de
ánimo y de espíritu cobijó a Manuel Patinha al que vieron necesitado de
afecto y de aliento solidario. Mecenazgo y cariño se fundieron para escribir
una hermosa historia humana, digna de ser novelada o llevada al mundo del cine.
Álvaro y Divina, matrimonio curtido en la emigración y en las duras tareas del
campo, advirtió el talento creador de su acogido y nunca más lo abandonaron.
Hoy Patiña es un artista de reconocido prestigio en Galicia, España y Portugal.
Ayer rindió tributo de agradecimiento a Álvaro y de recuerdo póstumo a Divina.
Y un montón de amigos quisimos estar con ellos.
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