Las cosas
han quedado en su sitio, de acuerdo con los resultados electorales, al menos en
cuanto se refiere a la ostentación del poder en Galicia que sigue en manos del
Partido Popular, concretamente bajo el timón de Alberto Núñez Feijoo. Otras
consideraciones ya fueron por mi expuestas en este espacio de las acotaciones,
que cada vez más se asemeja a una especie de muro de las lamentaciones, estado
de ánimo y crítica sintomáticos de una precaria situación. Una vez dada rienda
suelta a la legítima euforia ganadora tiene que llegar la hora de encarar las
responsabilidades contraídas durante la campaña electoral, aunque esto de las
promesas es un valor en desuso, lamentablemente. Y una vez más quiero romper
una lanza en favor de Ferrol y de su comarca, porque Ferrolterra ha sumado una
crisis con otra. Cuando todavía no se había resuelto la asignatura pendiente de
una frustrada reconversión surgida por decreto del Gobierno de Felipe González
en los años ochenta, se nos ha caído encima con todas las consecuencias la de
la burbuja inmobiliaria. Se trata de un "doblete" doloroso que puede
quedar reflejado gráficamente en este dato. En el año 1981 superábamos en
Ferrol los noventa mil habitantes, actualmente somos 73.000, redondeando. Si
con esta carta de presentación, los ferrolterreños no somos acreedores a que
pongan un especial acento en nuestras necesidades, que baje dios y lo vea. Es de justicia una acción política urgente. Hay
dos objetivos perentorios, irrenunciables, colocados sobre la mesa. El dique
flotante para convertir los astilleros de la ría ferrolana en un centro de
reparaciones navales de referencia y el ferrocarril al puerto exterior para
acercar y sacar los productos por tierra. Seguiremos siendo machacones, es la
parte que nos toca. De Núñez Feijoo al alcalde Rey Varela, pasando por los
diputados de todos los colores que acaban de alcanzar escaño en el Parlamento
de Galicia tienen la palabra.
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