El temporal de lluvias deja
una trágica estela de diez muertos y dos desaparecidos en Andalucía y
Murcia. A la vista de este balance, uno se pregunta ¿cómo es que en estas zonas
en las que más o menos habitualmente, también Valencia, descarga la gota fría no se han tomado las pertinentes medidas para
evitar tanta desgracia? Es verdad que las fuerzas naturales y el cambio climático
son impredecibles en sus consecuencias, pero no es la primera vez vez, ni la
segunda que se dan estos fenómenos y, por tanto, las autoridades deberían de
tomar las debidas precauciones que, cuando menos, paliasen los efectos. Además
de los fallecidos y desaparecidos también hay incalculables daños que serán
evaluados y dados a conocer, supongo, en breves días. Leía yo ayer en un digital una especie de
autocrítica de un vecino que decía "la gente no varía la rutina habitual,
a pesar de las alertas y luego pasa lo que pasa". No obstante, las críticas
apuntaban más a la indolencia de los gobernantes o gestores políticos, que a
posibles negligencias de los ciudadanos. Hay recelo para invertir en la prevención de
inundaciones siendo que luego que se producen las catástrofes se gasta muchísimo
más. La impunidad de constructores y la laxitud de los políticos suman en
perjuicio de los administrados. No se respetan las zonas de desagüe, no se
gasta en canalizaciones, no se articulan las barreras de contención en las
inmediaciones de los ríos, etc. Junto a la que está cayendo, dicho sea en tono
metafórico referido a la crisis, en Andalucía y Murcia tiene que hablarse en
sentido literal. Diez muertos y dos desaparecidos, con independencia de los
perjuicios materiales, es una cifra abultada de víctimas que hacen pensar que
algo falla, sin dejar de tener en cuenta la dureza con que en ocasiones se
muestran estos fenómenos meteorológicos. Solidaridad con los afectados.
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