Refrescando un poco la memoria. La crisis arrancó en
el año 2008 con el estallido de la burbuja inmobiliaria en los EEUU. Y de
aquellos vientos estas tempestades. A la sazón yo tenía en los periódicos de La
Capital, grupo al que pertenecía el Diario de Ferrol, la sección de opinión
"De esguello" en la que dejaba en el aire las consecuencias que
podría acarrear y entre otras cosas decía que si aquello, la crisis, seguía
adelante, ya sabíamos lo que iba a suceder, esto es, que la cuerda rompe
siempre por lo más flojo y que los de siempre, los asalariados, pagaríamos los
platos rotos. Por aquel entonces las organizaciones sindicales lanzaban la
advertencia de que no lo consentirían. Concluía mi reflexión "Imos ver en
que remata". Hoy, cuatro años después, no solo no remató la operación sino
que la más dramática incertidumbre se cierne sobre nuestro futuro como país.
Estamos al borde de pedir que nos lancen el salvavidas, que nos presten cifras
astronómicas de dinero a cambio de que nos intervengan, de que perdamos
soberanía y de que caigamos en la sima del empobrecimiento. Pero si el destruir
el estado de bienestar es cuestión de suma gravedad hay otro daño en el que
quizás no reparemos tanto como el propiamente económico cual es la herida que
se está abriendo en la sensibilidad colectiva, en la autoestima como país. En
la población está calando muy hondo que esto de la globalización, del espíritu
de la UE son instrumentos que está manejando a su antojo el gran capital,
traducido eufemísticamente en los llamados mercados, para incrementar las
desigualdades sociales, para hacer todavía más ricos a los que ya lo eran y
además son intocables, al menos en España, y dejar tirados a los ciudadanos de
economías más débiles y muy deteriorados a los que se definen como clase media.
Empezamos a tener la conciencia de que somos unos peleles en manos de los más
poderosos. Antes también lo éramos, pero no tanto. Crece el sentimiento antieuropeísta porque se demuestra que la UE es
una especie de entelequia con la que nos ilusionaron en su momento pero que es
incapaz a la hora de la verdad de hacer frente a la situación. Volvemos a ver
con Hollande (antes Sarkozy) y Merkel la escenificación del eje franco-alemán como
expresión de fortaleza mientras que España, Italia, Portugal, Grecia se inmolan
en recortes, reformas, ajustes. Actualmente parece haber una tregua, pero esto
es temporal. Solo hay que esperar a que pasen las elecciones gallegas. Parafraseando
los pasatiempos, la solución a la vuelta de un mes.
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