Santiago Carrillo, una figura para la historia de España con
un papel decisivo en el advenimiento de la democracia. Todos los políticos,
salvo los nostálgicos del franquismo, reconocen su valor y su determinante intervención en el período
de la Transición. Renunció a la bandera
republicana, para no molestar a los militares, se descolgó de la dictadura del
proletariado y se enfrentó al socialismo
real de los países del Este encabezando el movimiento eurocomunista, se erigió
como emblema de coraje demostrado con motivo del 23-F siendo uno de los tres,
junto con Gutiérrez Mellado y Adolfo Suárez, que se mantuvo a la vista en su
escaño a pesar de los tiros disuasorios de la panda de golpistas que
capitaneaba Tejero Molina y, finalmente,
hombre que apostó por la
convivencia civilizada aportando su cintura política y extraordinario talante
conciliador. Someramente, estos son los rasgos con los que me quedo de esta
personalidad, por otro lado muy vinculada a Ferrol a través de los lazos de
camaradería y estrecha amistad que mantuvo con el otrora líder obrero Rafael
Pillado. Merced a esta relación, Carrillo compareció en diversas ocasiones en
nuestra ciudad, una de elllas para asistir a una Revista Oral, actividad que desarrollaba
el Club de Prensa, siendo yo a la sazón presidente de la entidad. Como
periodista asistí a varias ruedas de prensa y siempre me admiró su enorme
vitalidad -no hay más que ver a qué edad, 97 años, se rindió- su memoria cristalina, su lucidez
para el análisis de la realidad y, sobre todo, su verbo mitinero. Recuerdo una
concentración multitudinaria en el viejo campo de fútbol del Inferniño, poco
después de la muerte del dictador, en la que pronunció un discurso enardecido,
esperanzador, interrumpido en innumerables ocasiones por los aplausos cerrados
del "tendido". Para quienes con motivo de su óbito agitan los
episodios de Paracuellos como sombra en la trayectoria del ex secretario general
del PCE, decirles lo que ayer recordaba en twitter que, con independencia de
controversias, en las guerras, salvo en la de Gila, se pegan tiros unos contra
otros. Dramático, patético, pero es así. Descanse en paz.
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