Cuando la Justicia actúa sobre cuestiones que afectan a determinados partidos, los portavoces de estos critican a jueces y fiscales colgándoles el sambenito de la judicialización de la política. En otras ocasiones ,sin embargo, cuando los dirigentes atisban la paja en el ojo ajeno apelan a la Justicia para que ésta entre en las miserias y calamidades del adversario. Hemos visto a lo largo de los últimos años casos para dar y tomar y también hemos observado como el propio estamento judicial vacilaba ante determinadas cuestiones. Recientemente lo pudimos comprobar con el proceso de depuración del mismísimo ahora expresidente del CGPJ y titular del Supremo, Carlos Dívar; un poco antes con las batallas que libraron en la cúpula del poder judicial hasta destituir a Baltasar Garzón. También lo acabamos de ver con la Iglesia que se pasó por debajo de la sotana la sentencia del Tribunal Constitucional en el caso de la profesora de Religión que "osó" casarse con un divorciado. Y mucho me temo que el fenómeno Urdangarín, despúes de un arrancada espectacular del juez Castro, se va a ir disolviendo como azucarillo en el agua. No digamos las corresponsabilidades de la infanta en las que la Justicia no encuentra indicio alguno de delito. Hoy, la sombra de la sospecha es una percepción común que se cierne sobre personas e instituciones y destapa una España pícara que tiene su fiel reflejo en las actuaciones de sus representantes. Pensemos en titulares de estos días: Más, presidente de la Generalitat, elige como socio a un conocido especulador, Aguirre y Rajoy dan el visto bueno al ya famoso megacasino Eurovegas. Se ve por donde van los tiros ¿no? Pues esto es lo que hay y mucho más si oreáramos como dios manda las alfombras de las administraciones en sus distintos escalones. Los que hemos vivido la alegría de la Transición, tres décadas después vemos con pena que al sistema democrático lo hemos degradado, que hemos estado tirando piedras contra el propio tejado y que, ante este panorama, no hay más remedio que, entre todos, encabezar una profunda regeneración.
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