lunes, 3 de septiembre de 2012

La realidad tiene la culpa


Hay que ver lo que da de sí el discurso político. Tengo que pensar que Mariano Rajoy simula al boxeador que en el ring anda noqueado de un lado para otro con el sentido de la orientación totalmente perdido. Esto le pasó también en su momento a Zapatero y de ello me ocupé en la columna que durante un tiempo alimenté en los periódicos del Grupo La Capital, entre ellos, obviamente, el Diario de Ferrol. Y lo apostillo para evitar suspicacias de supuestos alineamientos. Nada más lejos. El recurso al eufemismo y al lenguaje figurado, críptico y que sé yo cuantas modalidades más se multiplica en orden directamente proporcional a las dificultades e incapacidades que el político gobernante muestra a diario para mantener con firmeza las riendas del poder. Mariano se sacó ahora de la manga que sus promesas electorales estaban fuera de la realidad y, redundando, añade que fue esa realidad la que impidió materializar su programa. Francamente, no es de recibo esta salida por peteneras. Que el que fue jefe de la oposición en el período anterior diga que ignoró la realidad que vivíamos, después de darle tanta caña -estaba en su papel- al Ejecutivo de ZP, afeando su conducta una y otra vez, machacando su imagen desde la tribuna parlamentaria, diga, cuando lleva meses, ni siquiera un año, de gobierno que no sabía cuando elaboró su programa de qué iba la cosa, una de dos, o nos toma de pitorreo o se retrata como un ciudadano torpe, imposibilitado para ejercer la política y mucho menos en tan alta instancia como la presidencia del Gobierno. ¿Qué dirán ahora en el exterior, cansados como están algunos rotativos de criticar su modus operandi? Y sin salir a Europa, aquí, en España, parte del propio tinglado mediático tradicionalmente afin a postulados conservadores o de centro derecha, también le está fallando. El caso es que después de leer estas manifestaciones, los Monti, Hollande y Merkel no me cabe duda que lo recibirán como el niño tonto. ¿Y qué nos queda por pensar a los ciudadanos españoles? Descartado, por mucho que lo intente, no soy capaz de inyectarme de optimismo ante este panorama en el que un día sí y otro también te desayunas con semejantes despropósitos, envueltos, por si fuera poco, en una injusta política de austeridad, cuyas medidas nos van soltando a modo de muerte a plazos o de agonía sostenible.

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