Estamos asistiendo a la gran ceremonia del desconcierto. Ayer escuchando a Julio Anguita que renace de sus cenizas como el Ave Fénix, en el programa Salvados, me quedaba perplejo. Algunas afirmaciones que luego saltaron a twitter como que "En España quien más tiene no paga"...me hicieron dar un brinco en la silla ante el fabuloso descubrimiento que acababa de hacer. Al veterano Califa le vuelve a hervir la sangre política y su afán de apostolado y quiere tener palabra en este confuso y controvertido panorama que ahonda en la injusticia social -y no me refiero solo a España- que empobrece a una buena parte de la población y que desmantela conquistas laborales de la clase trabajadora, además de desarmar al segmento medio de la sociedad. Bien es verdad que en Francia, por ejemplo, también en EEUU, se ha ido por arriba, a los poderosos, a pedir su contribución, pero no dejan de ser medidas tibias y tímidas, tal vez un gesto para no desalentar todavía más a los de siempre, a los que llevan sobre sus hombros una crisis en la que no tuvieron arte ni parte. Me parece mal lo que dicen otros, como el economista Gay de Líébana que responsabiliza no solo a los bancos sino a la propia sociedad de todo este desaguisado, porque resulta que hemos entrado al trapo de las facilidades que nos daban para hacer todo tipo de operaciones. ¿Sabía el ciudadano común que aquello era realmente una emboscada?. ¿Hubo quien diera la voz de alarma para que no cayéramos en la trampa? Y pensar que para resolver el problema aquí en España, Mariano Rajoy elevó a la categoría de ministro a uno de los responsables para nuestro país del tristemente célebre Lehman Brothers (ayer de cuarto aniversario), detonante primero del estallido de la crisis. Lo dicho, ni Anguita nos va a descubrir el Pacífico aunque a su favor hay que señalar que ya en 1996 anunciaba lo que iba a ocurrir con la moneda única, el BCE, pérdida de soberanía, etc- ni cualquier otro salvador por bienintencionado que sea -aquí en Galicia aparece en el escenario electoral Mario Conde- nos va a resolver el problema. Da la impresión de que somos conducidos al patíbulo, resignados, impotentes, sin ninguna luz, por lánguida que sea, que deje ver el final del túnel.
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