El dichoso rescate es comidilla recurrente en todos los foros,
redes sociales, prensa diaria, etc. Empieza a tomar cuerpo la frase acuñada por
Rajoy "Haré lo que crea que es importante para el conjunto de los
españoles", como sucedió con aquella otra "Hemos estado viviendo por
encima de nuestras posibilidades". Pero
el presidente viene apostillando que no
tiene prisa en pedir el rescate porque quiere saber la condicionalidad. La cautela
que está administrando refleja temor a los requisitos que le puedan plantear. Mariano
sabe, cómo no, que hay hartazgo en los españoles, que ha perdido confianza en
los diez meses de gobierno y que, especulan algunos, si da el paso al frente es
posible que acabe inmolado, teniendo que dimitir o desapareciendo de la escena,
no sé si para el dar el timón a un tecnócrata como hicieron los italianos. Por
eso no debe resultar extraño la poca prisa que se da en pedir la ayuda. Por
otro lado, estamos a un mes vista de las elecciones gallegas y la "rendición"
antes de esa fecha podría tener sonoros efectos sobre los resultados de los
comicios. De modo y manera que Rajoy está maniatado. Es verdad que le acaba de
echar un cable el ministro de finanzas alemán que declaró que España no
necesita el rescate y que tal como hizo los deberes las cosas deberían de ir
bien y que únicamente falta que los mercados recobren la confianza. Ignoro lo
que hablaría ayer con Monti de esto, pero es posible que hayan reafirmado lazos
para una resistencia activa ya que ambos países atraviesan por situaciones
similares. Vemos, asimismo, que la prima de riesgo parece haberse relajado. Ayer
estuvo durante todo el día por debajo de los 420 puntos, dato que también
contribuye a dibujar un panorama menos agobiante que el de semanas atrás. Incluso,
el presidente español llegó a desmentir que se fueran a congelar las pensiones,
adelantando que estudiaban un incremento. El problema es que la credibilidad
circula en vuelo rasante porque, claro, tantas veces han hecho lo contrario de
lo que dijeron que no queda otra alternativa que el escepticismo cuando no la
incredulidad.
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