La persona que quiere a otra ensalza los valores de ésta y
disculpa, justifica, perdona, comprende sus defectos. Muchas veces se ha
escrito, yo entre ellos, que en la sociedad ferrolana anida un hipercriticismo,
que se traduce en un descontento permanente, que nada o casi nada de lo que
ocurre en nuestro entorno parece agradar a los propios, que muchas veces los
foráneos tienen mejor imagen de Ferrol que los ferrolanos. Se dice también que
esta sociedad tiene vocación saturniana, es decir, devora a sus propios hijos.
He tratado en algún trabajo anterior de analizar el perfil del ferrolano/a y así como encontré valores tales como un
magnífico nivel cultural e intelectual, un dinamismo ejemplar en los diversos
frentes y aspectos productivos, muestra sin embargo un acusado desarraigo con
lo propio. Por establecer paralelismos, no existe un ferrolanismo como, por el
contrario, existe y existió un pujante
coruñesismo. La razón estriba, creo yo, en que Ferrol es una ciudad de
aluvión en la que confluyeron, en función
del binomio Marina-Bazán, más tarde Astano, numerosos ciudadanos que procedían
de diversos lugares geográficos, por tierra, mar y aire. Se integraron, pero no
llegó a cuajar el espiritu de tribu, necesario para retroalimentar la
autoestima como colectivo e interiorizar los necesarios elementos identitarios.
Soy consciente de que rozo el concepto del chovinismo, pero no van por ahí los
tiros. Tan malo es caer en la paranoia de creerse que lo de uno es lo mejor (ombliguismo,
narcisismo) como situarse en el extremo opuesto, o sea, despotricar contra todo
lo que se mueve, banalizar y frivolizar sobre personas, actividades,
movimientos, etc. Quedémonos cuando menos en el punto medio. Hay que dar valor
a lo que tenemos con una óptica amplia, generosa y saber hacer de la necesidad
la virtud, evitando que sistemáticamente lo negativo prepondere sobre lo
positivo. Esto da para todo un tratado o ensayo. Es tema que me gusta. Se me
ocurrió reflexionar sobre esta cuestión al ver ayer en twitter la pasión de los
incondicionales del Racing: se recrean en las victorias, sufren con las
derrotas, pero hay siempre un valor intocable que es la defensa de los colores.
Por cierto, el club ferrolano lleva cinco partidos con otras tantas victorias.
Va a todo filispín rumbo a la Segunda B.
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