El caso Bolinaga

Empiezo mi reflexión por el final cronológico. Bolinaga da las gracias a Euskal Herría, espacio geográfico imaginario en el que únicamente caben los que piensan como él. Bolinaga sabe de sobra que si la Audiencia Nacional ha decretado el tercer grado es porque las leyes funcionan -nos gusten o no las sentencias- en un Estado de Derecho. Y aunque la situación esté deteriorada por la crisis económica, social y de valores éticos, no tenemos más remedio que defender a capa y espada lo que nos queda en pie de la Justicia y de los valores cívicos y democráticos para impedir que reine la ley de la selva.  El etarra que mantuvo secuestrado, en la acción más inhumana que imaginarse uno pueda, a Ortega Lara, además de haber asesinado a tres guardias civiles, ha sido juzgado en su momento y por eso estaba en la cárcel. Ahora bien, si su estado de salud es terminal, como así lo han visto los peritos y jueces, este ser, despreciable por lo que ha hecho, tiene, sin embargo, el derecho a una muerte digna que le conceden nuestras leyes. El propio Rajoy lo decía en la entrevista de la TVE. La ley no permite que un preso se muera en la cárcel. Esa es la gran diferencia de un país democrático y quienes, como él, han circulado por el carril contrario descerrajando tiros en la nuca, explotando bombas y secuestrando a aquellos que no pensaban como ellos. El hecho objetivo es que ETA ha sido derrotada aunque la banda y sus acólitos, traten de darle la vuelta a la afirmación para jugar con el eufemismo del triunfo de las tesis que predican. No se aplica en la democracia el ojo por ojo de la ley del talión, aunque comprendemos la desazón de las víctimas del terrorismo con las que nos solidarizamos. El caso encierra controversia si se mezclan los sentimientos de los afectados con una sentencia como la que acaba de darse con este sujeto. Y eso ha provocado un pulso en las propias instancias del Gobierno y, más allá, en las filas del PP, pero esa ya es harina de otro costal.