Ferrol dio ayer una muestra más de su desazón. Es verdad que los ciclos nos marcan, pero no sería bueno que arrojásemos la toalla, ni que nos invadiese la resignación. Desde tiempos pretéritos, la historia de Ferrol describe una secuencia jalonada de movilizaciones, desde los viejos astilleros de la villa de A Graña hasta los de Esteiro y Astano en Perlío. Cada vez, que han sido muchas, que la cartera de pedidos flaqueaba se producía y produce una reacción humana de contestación y de clamor en la calle. Es lógico. La depresión económica despierta la sensibilidad de la sociedad y esta se manifiesta de la manera que sabe hacerlo, expresándose en las calles y plazas. El veto de la UE a las construcciones civiles, la inapreciable demanda de la Armada española, agravada ahora con la crisis que padecemos, la caída de encargos en el mercado exterior en materia de construcciones navales militares nos sitúa, de nuevo, en una dramática encrucijada. Para paliar los efectos de este declive industrial en el campo de las fabricaciones navales se viene demandando la construcción de un dique flotante que permita que los astilleros de la ría ferrolana se conviertan, dada su magnífica situación en las rutas marítimas, en un centro de reparaciones de referencia. El caso es que todos de acuerdo en el arco político municipal- ayer lo veíamos con la escenificación de una manifestación unitaria- el asunto se respalda también en el Parlamento de Galicia, pero luego todo se diluye en Madrid. Esto ha ocurrido en más de una ocasión y la ineptitud, ineficacia y negligencia de los gestores políticos han hecho que anide en amplios círculos sociales una gran escepticismo que frena y desmoviliza a los trabajadores y sociedad en general. Por lo visto en las últimas manifestaciones, parece claro que la ciudadanía vuelve a estar en pie de guerra y dispuesta a luchar en la calle por unos objetivos tan legítimos como es el derecho al trabajo recogido en el texto constitucional. No sé lo que supondrá el problema de Ferrol en la inmensidad de una crisis que acaba de llevarnos al rescate financiero obligados por la presión internacional, a la que se suma el problema minero que estamos viendo estos días, transporte, etc.. Sea como fuere, los ferrolanos no deben/debemos de cejar en el empeño de convencer a los gobernantes de que es urgente encontrar salidas a nuestra particular crisis de la construcción naval. Muchos miles de personas, hasta 30.000, según la policía local, lo han exigido ayer en el curso de una gran manifestación que transcurrió sin ningún tipo de incidentes y que concluyó con la lectura de un manifiesto por parte del actor ferrolano Javier Gutiérrez que quiso de esta manera solidarizarse con el problema de esta comarca.
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