Un grupo de jueces decanos españoles piden al Consejo General del Poder Judicial que estén a la altura de las circunstancias. El pleno se reúne hoy sábado y si los jueces dicen que sienten vergüenza por lo que está sucediendo, parece claro que están pidiendo que Carlos Dívar se vaya. Este hombre ya debería de estar fuera hace algún tiempo, pero, en un caso insólito por el ejercicio de contumacia que exhibe, se aferra al sillón y, al parecer, tampoco la mayoría de los vocales del CGPJ están dispuestos a pedir su dimisión. Los jueces decanos dicen algo que vienen diciendo muchos columnistas y lo que yo creo que siente la generalidad de los ciudadanos y es que está dejando a la Justicia hecha unos zorros. Si ya teníamos pocos problemas con la politización de los órganos judiciales, cuestión a la que también se refieren los jueces interpelantes, la resistencia que viene haciendo Dívar, después de darse a conocer una serie de hechos que denigran el comportamiento de una persona que tiene tan alta responsabilidad, está afeando gravemente la imagen del colectivo. Por eso, nada me extraña la reacción de los jueces decanos. ya comenté en alguna ocasión anterior que me importa menos lo que haya gastado con sus cenas románticas, me importa mucho el escaso o nulo sentido de la ética que muestra el titular del Supremo, porque esa vara de medir esconde la perversión de unos valores que un personaje como él debe asumir de manera ejemplarizante. Y hasta es posible, lo que resulta más grave, que Dívar se crea en el derecho de poder realizar algunos viajes de placer sufragados por todos los ciudadanos. Y con una perspectiva más de fondo, es penoso que los vocales del CGPJ lo protejan y lo justifiquen. Esto está muy mal. Hoy tienen la oportunidad los miembros del Consejo General del Poder Judicial de enmendar la plana, que ya dejaría sembradas no pocas sospechas por la actitud mantenida hasta ahora, y dar al traste con un caso que clama al cielo por su descomposición y que es objeto de escarnio popular. Veremos a ver lo que sucede. Esperanzas, muy pocas.
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