Las últimas noticias sobre la marcha de la economía parece que aportan un poco de templanza. Enfilamos un fin de semana en que se ha producido una caída importante de la prima de riesgo, hasta 477 puntos básicos, y los jefes de gobierno de Alemania, Francia, Italia y España se han puesto de acuerdo para impulsar un plan de crecimiento cifrado en 130.000 millones. No cabe duda de que se ha producido un giro en las posiciones. Alemania, criticada por el FMI por la gestión del euro, ha roto la inflexible actitud que venía sosteniendo, cimentada únicamente en medidas de ajuste y austeridad, y se ha alineado con los postulados de Hollande y del propio Obama cuando dijo que había que frenar tanto recorte. El hecho de que se conozcan ya las necesidades de recapitalización de la banca española, el acuerdo de los cuatro grandes de la UE, la presentación el lunes del plan de rescate, todo da la impresión de que ha calmado los mercados, al menos por el momento. Es un alivio, un balón de oxígeno a tanto sobresalto como hemos vivido a lo largo de la semana que ahora termina. Semana que, por otro lado, y cambiando de tercio, ha venido marcada también por el fin del gran escándalo originado por el titular del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar, que, finalmente, ha presentado su dimisión. Una vez más, la sociedad, que ha presionado a través de la opinión publicada, las tertulias televisivas y las redes sociales ha ido por delante de los acontecimientos. La caída de Divar es un éxito de la presión social. El poderío de esta ha suplido la falta de apoyos en el seno del poder judicial en el que el vocal denunciante Gómez-Bermúdez se quedó prácticamente solo en la batalla y a punto estuvo de ser "linchado" por sus compañeros si no fuera que, en la calle, se alzaba un clamor al que no tuvo más remedio que claudicar quien en un momento determinado dijo que ni dimitía ni daría explicaciones.
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