Lo ocurrido el miércoles en Ferrol en el transcurso de la protesta de los trabajadores de Navantia puede ser el intento de dar un salto cualitativo en las movilizaciones con la aparición de cierto grado de violencia, que, aunque censurable, refleja la indignación que anida en estos momentos en la sociedad. La situación en el sector naval empieza a ser desesperante a la que se añade un panorama desalentador en el plano general, que echa más leña al fuego. Pero si nos quedamos en lo particular, es decir, en la crisis por la que atraviesa la construcción naval militar, el único filón que nos quedaba ante el veto de la UE de construir barcos para la marina civil, lo cosa es bastante negra. Incluso puede acabar abriendo una brecha entre los propios trabajadores. Anteayer mismo en Cádiz proliferaron las barricadas con los obreros andaluces cabreados porque las previsiones de carga de trabajo, a su entender, miraban hacia Ferrol. Algo debe tener que ver ese anuncio del posible contrato con la petrolera mejicana PEMEX para la construcción de un buen número de remolcadores, cuando en Ferrol se cree, sin embargo, que la carga de trabajo se va a quedar en los astilleros del sur de Galicia. Así están las cosas. Podemos acabar peleándonos entre todos por ver quien alcanza antes la bolsa de los alimentos, dicho sea en tono metafórico pero no muy lejos de la realidad. De cualquier manera, la violencia nunca es justificable, venga de donde venga y en este caso es posible que pillara de sorpresa a los propios dirigentes laborales del comité de Navantia que también fueron interpelados e incluso inmovilizados por los más radicales. Habrá que estar al tanto de futuras manifestaciones laborales ya que podría haberse prendido la mecha de otras formas de protesta más violentas, que buscan el impacto mediático y que, como señalaba al principio, representan también el nivel de desesperación y enfado que se respira en el ambiente. El personal de compañías auxiliares, el más afectado por el paro, ha marcado en esta protesta una diferencia. A su juicio los sindicatos tradicionales están un tanto domesticados.
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