Es curioso, más que curioso cabreante, ver como A. Dorothea Merkel sigue erre que erre insistiendo en que España pida el rescate. Incluso para ponerlo aparentemente fácil apela a un "rescate suave", jugando con la semántica. Da la impresión de que nos quiere hacer hincar la rodilla, sea como sea, mientras que Francia apoya una recapitalización directa de la banca y hasta el propio Obama insta a la alemana para que impulse el crecimiento. Poco a poco la canciller se va quedando sola, aunque teniendo la sartén por el mango en la UE y siendo tan testaruda como parece, la cosa no va estar fácil. Es verdad también que el Gobierno español juega con armas similares. Quiere un rescate, pero no el rescate al uso, negando paralelismos de España con otros países ya intervenidos y buscando alternativas originales que no espanten a los mercados. Claro que si estos han estado atentos a la ministra Fátima Báñez que pone a España bajo la advocación de la Virgen del Rocío para que nos saque del atolladero, es fácil suponer que le meterán otro viaje a la prima de riesgo que la dejarán temblando y a todos los españoles con el corazón en un puño. Porque no hay más lectura que la que concluye que el propio Ejecutivo se encomienda a la Divina Providencia en espera de que se obre el milagro. Desde luego, da la impresión de que Mariano Rajoy se lució de lo lindo en la configuración de su gabinete. Algunos de sus ministros parecen frivolizar con la política, con el discurso y hasta con la fe de los contribuyentes. De esta manera es lógico que la Merkel nos tome de coña y nos quiera meter en cintura. Pero ya señalábamos ayer que Mariano parece haberse percatado, no sin tiempo, de que en todo caso, sin que nadie piense que hay fórmulas mágicas, la ruta que está trazando el francés Hollande se presenta como más racional, más humana y más digerible por aquellos sobre los que descansan siempre las crisis y las desfeitas, los ciudadanos de a pie. El presidente galo nos está echando una mano y sólo falta que los gobernantes españoles la desaprovechen. Sería un error histórico de consecuencias impredecibles para todos los españoles.
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