He
tenido el privilegio de ser testigo del tránsito de la dictadura a la
democracia. Vivir los albores de la libertad es algo, no voy a decir
indescriptible, porque sí que se puede narrar, humanamente esplendoroso. He
tenido el privilegio de ser testigo del tránsito de un milenio a otro. Mucha
gente se habrá muerto y se morirá sin vivir esta experiencia. He convertido en
realidad un sueño que siendo muy joven consideraba inalcanzable, ser periodista.
Dentro de mi carrera profesional, el mayor hito ha sido el que me hubieran
elegido para poner en marcha un periódico, dotando así a mi querida ciudad
natal de un medio de comunicación escrito, del que estaba necesitado, y, lo que
es más importante, haber logrado el objetivo. Fue necesario, todo hay que
decirlo, derribar, junto con un formidable equipo, todas las murallas de
escepticismo que rodearon la salida de esta cabecera periodística, el Diario de Ferrol, allá por el 2 de junio
de 1999. No
digamos, sin salirme del oficio, el privilegio que supone haber vivido los
cambios desde lo que llamo la "edad del plomo", material con el que
se trabajaba cuando me incorporé a Ferrol
Diario, hasta la era digital y el milagro de internet que ha
cambiado cultura, hábitos y formas de vida. Una vez jubilado decidí saber qué
era esto de las redes sociales y aquí estoy, con el blog, facebook y twitter. A
aquel que me hubiera anticipado la evolución y las mutaciones experimentadas
cuando yo tenía 30 años lo hubiera tratado de loco, sin lugar a dudas. Por eso
que, ahora, afrontando ya el natural declive del ciclo vital, cuando veo que
todo se derrumba, que estamos volviendo medio siglo atrás, que no se va a
retornar a la situación previa a la crisis hasta dentro de veinte años, según algunos entendidos, me
refugio, a veces, en la creencia de que todo es una pesadilla. Aunque, realmente,
es la cara y la cruz, el anverso y el reverso, el terrible movimiento pendular
de una generación, la mía, que liquida una etapa de progreso y bienestar,
embargado por la tristeza de una dramática marcha atrás cuyas consecuencias son
imprevisibles.
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