Yo pecador me confieso que hoy,
día Navidad, me levanté pensando en quienes por razones de trabajo, felices
los que lo tienen, han pasado la Nochebuena en vigilia, privados del calor hogareño, pero fundamentalmente en aquellos otros
muchos cuyos corazones han sido invadidos por la tristeza y en los que solo
caben ilusiones rotas. No escuché ni voy a escuchar "sermón" alguno
de los predicadores de turno, porque en todo caso me irritan. Sé lo que dijeron
sin oírlos y puedo hacer un anticipo de lo que van a decir sin tener bola de
cristal alguna. Lamento servir estas líneas teñidas de melancolía y de desazón
(sin quererlo me está saliendo el capítulo II de la reflexión de ayer), pero
escribir en otra clave sería traicionar mis sentimientos que, hoy, desde mi
trayectoria rendida, con la jubilación como estandarte, no tengo inconveniente
en desnudar. Es más, me gustaría que la conciencia colectiva hiciese un striptease, lejos de emociones
artificiales y de concesiones a la demagogia, mirase hacia dentro y revisase su
actitud ante la decadencia que nos envían como "regalo" navideño los
que tienen la sartén por el mango, los que amasan el dinero robándoselo a los
demás, los que se sientan a la mesa de la gula y el derroche, los que no se
reúnen con familiares y amigos sino con 7.000 empleados (FMI) en un ejercicio
de repugnante ostentación, solo para aparentar un necio paternalismo, los que,
en definitiva, pisotean sin remordimiento alguno el orgullo, la dignidad y el
bienestar de los demás. Dicho esto, queridos amigos, a los supervivientes de
esta "desfeita", a los que todavía os queda fuerza y coraje para pelear
contra el imperio del mercantilismo, enviaros un mensaje de aliento y, por
descontado, desearos que tengáis una feliz jornada. Y a los que nos amargan la
existencia, que les den mucho...Es el recurso al desahogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.