Ayer leíamos en el Diario de
Ferrol que el triatleta Javier Gómez Noya da su nombre a un módulo del penal de
Teixeiro. La propuesta fue admirablemente acogida por el deportista, hijo
predilecto de Ferrol, que se desplazó a la citada cárcel para ver las
instalaciones y entrar en contacto con la población reclusa. Uno que ha seguido
su laureada trayectoria desde el principio ha ido observando como paralelamente
a los triunfos que cosechaba en el terreno deportivo se iba desarrollando como
persona con una sólida madurez pese a su juventud y, sobre todo, como su figura
se iba agigantando desde el punto de vista humano. Nunca las victorias al más
alto nivel mundial, su catalogación en la elite del triatlón, su participación
y triunfo en el olimpismo le impidieron mantener los pies en el suelo, antes al
contrario el famoso triatleta se recrea en su condición de ferrolano y brinda
su imagen para acercarse ante cualquier colectivo que interesa su presencia y personalizar
desde la proximidad unos valores que, presididos por el esfuerzo y una férrea
disciplina, lo han catapultado a lo más alto de su especialidad deportiva. No
resulta extraño, pues, que, una vez más, corroborara esa categoría humana que
lo adorna permitiendo que su nombre luzca en una dependencia del recinto
penal de Teixeiro, en donde los presos lo aplaudieron y admiraron con
motivo de su visita. Personalidades como la de este joven sirven de modelo y
ejemplo para todas las generaciones, sobre todo para las que vienen atrás
pisando fuerte, además de enorgullecernos a los ferrolanos a cuya ciudad
retorna siempre que le dejan sus compromisos de competición, que no son pocos y están repartidos por todo el mundo.
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