viernes, 28 de diciembre de 2012

Ferrol fue a Torrente, 35 aniversario


Hoy se cumplen treinta y cinco años de la entrega del premio Ferrolano del Año a Gonzalo Torrente Ballester en su domicilio de Salamanca. La anécdota que rodea a esta efeméride la conté unas cuantas veces aunque es la primera que lo hago en las redes sociales. Los periodistas locales, hace tres décadas, nos reuníamos en una cena de camaradería por estas fechas. A propuesta de un servidor decidimos en estas citas elegir a un ferrolano que se hubiera destacado y al galardón le dimos el nombre de Ferrolano del Año, que hoy "administra" el Ayuntamiento. En diciembre del 76 elegimos a GTB a raíz de su ingreso en la Real Academia Española. Pensábamos entregarle el presente, una bandeja de plata gentileza del gremio de joyeros ferrolanos, en el verano del año siguiente (1977) cuando viniera a veranear a la Ramallosa (Pontevedra). La bandeja en cuestión la coloqué yo muy envuelta en lo alto de un armario de mi casa a la espera  del estío. Sucedió que Torrente Ballester se lesionó, sufrió una fractura, tuvo que escayolarse y no pudo asistir a su cita anual en la residencia veraniega. La bandeja de plata durmió el sueño de los justos. Nadie, yo el primero, se volvió a acordar de la entrega pendiente y, tal día como ayer, 27, yo andaba buscando algo, no me acuerdo lo que, y fui a parar a la "azotea" del armario, en donde descubrí un objeto envuelto, lo abro y casi me caigo de culo desde lo alto de la silla a la que estaba subido. Se acababa el año, teníamos que elegir al siguiente y no habíamos entregado el premio 1976, pensaba yo, echándome las manos a la cabeza. ¡Qué vergüenza! Inmediatamente llamé a Coque Bruquetas, de Radio Popular (hoy COPE) ya fallecido, y a José Varela de La Voz de Galicia instándolos a que pidieran permiso, yo haría lo propio, en los respectivos centros de trabajo, ya que al día siguiente, sin falta, había que desplazarse a Salamanca para entregar el dichoso premio. Tal día como hoy de 1977, llegábamos a la hora de almorzar a Salamanca, después de haber salido muy de madrugada de Ferrol y haber sufrido mil peripecias por el camino debido a la intensa nevada que estaba cayendo. Le habíamos anunciado nuestra visita para tomar café con él y todo salió según el guión previsto. "Cuánto me alegra que los periodistas de mi ciudad se hayan acordado de mi", nos dijo a modo de saludo. Luego vino una tertulia muy grata con el escritor y procedimos a entregarle la bandejita de plata habiendo advertido del acontecimiento a un periódico salmantino que envió a un fotógrafo gracias al cual pudimos ilustrar la crónica en Ferrol Diario en el que yo prestaba servicios, cuya portada acompaña a este pintoresco relato. El autor de Los gozos y las sombras nos correspondió con el discurso autografiado de ingreso en la Real Academia, que como es lógico, aún conservo. Salimos apurados, de nuevo, porque la nevada continuaba y temíamos quedarnos bloqueados si tardábamos en retornar. Salvamos las inclemencias e hicimos la pernocta en el Parador de Verín (Ourense) de modo que al día siguiente, 29, estábamos de vuelta en nuestros respetivos medios.


 

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