Hoy se cumplen treinta y cinco
años de la entrega del premio Ferrolano
del Año a Gonzalo Torrente Ballester en su domicilio de Salamanca. La anécdota
que rodea a esta efeméride la conté unas cuantas veces aunque es la primera que lo
hago en las redes sociales. Los periodistas locales, hace tres décadas, nos reuníamos
en una cena de camaradería por estas fechas. A propuesta de un servidor
decidimos en estas citas elegir a un ferrolano que se hubiera destacado y al
galardón le dimos el nombre de Ferrolano del Año, que hoy
"administra" el Ayuntamiento. En diciembre del 76 elegimos a GTB a
raíz de su ingreso en la Real Academia Española. Pensábamos
entregarle el presente, una bandeja de plata gentileza del gremio de joyeros
ferrolanos, en el verano del año siguiente (1977) cuando viniera a veranear a
la Ramallosa (Pontevedra). La bandeja en cuestión la coloqué yo muy envuelta en
lo alto de un armario de mi casa a la espera
del estío. Sucedió que Torrente Ballester se lesionó, sufrió una fractura, tuvo que escayolarse y no pudo asistir a
su cita anual en la residencia veraniega. La bandeja de plata durmió el sueño
de los justos. Nadie, yo el primero, se volvió a acordar de la entrega
pendiente y, tal día como ayer, 27, yo andaba buscando algo, no me acuerdo lo
que, y fui a parar a la "azotea" del armario, en donde descubrí un objeto
envuelto, lo abro y casi me caigo de culo desde lo alto de la silla a la que
estaba subido. Se acababa el año, teníamos que elegir al siguiente y no habíamos
entregado el premio 1976, pensaba yo, echándome las manos a la cabeza. ¡Qué vergüenza! Inmediatamente
llamé a Coque Bruquetas, de Radio Popular
(hoy COPE) ya fallecido, y a José Varela de La
Voz de Galicia instándolos a que pidieran permiso, yo haría lo propio, en
los respectivos centros de trabajo, ya que al día siguiente, sin falta, había
que desplazarse a Salamanca para entregar el dichoso premio. Tal día como hoy
de 1977, llegábamos a la hora de almorzar a Salamanca,
después de haber salido muy de madrugada de Ferrol y haber sufrido mil
peripecias por el camino debido a la intensa nevada que estaba cayendo. Le habíamos
anunciado nuestra visita para tomar café con él y todo salió según el guión
previsto. "Cuánto me alegra que los periodistas de mi ciudad se hayan
acordado de mi", nos dijo a modo de saludo. Luego vino una tertulia muy
grata con el escritor y procedimos a entregarle la bandejita de plata habiendo
advertido del acontecimiento a un periódico salmantino que envió a un fotógrafo
gracias al cual pudimos ilustrar la crónica en Ferrol Diario en el que yo prestaba servicios, cuya portada
acompaña a este pintoresco relato. El autor de Los gozos y las sombras nos
correspondió con el discurso autografiado de ingreso en la Real Academia, que
como es lógico, aún conservo. Salimos apurados, de nuevo, porque la nevada
continuaba y temíamos quedarnos bloqueados si tardábamos en retornar. Salvamos
las inclemencias e hicimos la pernocta en el Parador de Verín (Ourense) de modo que al día siguiente, 29, estábamos de vuelta
en nuestros respetivos medios.
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