Se dice hoy en los digitales. El
discurso del Rey, el menos visto en los últimos 15 años. No creo que sorprenda
a nadie. Yo mismo, ciudadano común, confesaba ayer que no prestaría atención
alguna al sermoneo de estos días. Si ya el hecho de las alocuciones navideñas
me parece un asunto totalmente demodé, hay que pensar también en las
circunstancias que concurren para llegar directamente a la conclusión de que
ese tipo de iniciativas hoy están condenadas al fracaso. A mi siempre me
recuerdan -y es un mal recuerdo, obviamente- a las comparecencias del dictador
que en los últimos años se limitaba a levantar la mano mecánicamente ante la
pantalla y poco más se le entendía que aquello de ¡¡"panolis"!!
cuando abría su intervención. Por lo demás, y quizás el argumento de más peso,
es el descrédito que se ha apoderado de la ciudadanía, primero con todas las
peripecias que le han venido sucediendo a la familia Real y que no viene a
cuento relacionar porque están en la memoria de todos, y en segundo término por
la desconfianza generalizada en el verbo político. La oratoria de los líderes, hablo en general,
lo único que genera actualmente son reproches, chistes, chascarrillos,
mordacidades...Existe una incredulidad sin fisuras, dicho sea con toda la carga
irónica. Esto es lo terrible de la situación. No sé si, a pesar de todo, los
dirigentes de este país tienen que estar ahí, porque no hacerlo sería peor, pero
se me ocurre que tal vez, ahora que todos, hasta el Papa, buscan su nicho de
popularidad en las redes sociales, con un tuit de 140 caracteres resolvían ese
"ineludible" compromiso de tener que necesariamente decirnos algo en estas fechas navideñas. En fin, ahí queda la idea, por si vale de
algo.
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