Esta mañana estaré a las 10.30 en
la plaza de Armas, al lado del personal de Diario
de Ferrol que se reúne para llamar la atención sobre lo que califican como inicio
del desmantelamiento del periódico. En esta ciudad, en los últimos treinta años
solo se habla de desmantelamientos. Triste destino. Como sé y mucho, porque he
sido su director, de la entrega de este equipo de profesionales, del esfuerzo
que nos costó a todos que Diario de
Ferrol brillase con luz propia
dentro del grupo La Capital al
que pertenecía y, en general, dentro de su modestia, entre los demás medios
escritos de Galicia, consciente de ello, digo, y por pura coherencia ética y
estética, quiero estar hoy en la plaza de Armas. Con motivo de la intervención en la última fiesta anual antes de
jubilarme (junio de 2010), cuando ya teníamos la crisis encima, apelé al apoyo
de Ferrolterra para evitar que este periódico local que había nacido con buena
estrella pudiese perder terreno y peligrar. Aquella alerta tiene hoy pleno vigor.
La sangre no llega al río, pero hay indicios de que las cosas no van bien. No
voy a entrar en las desavenencias internas ya que ambas partes merecen mi
respeto. Soy sabedor de que las dificultades obligan a hacer muchos equilibrios. Hasta hace dos años fui persona de confianza de la patronal y desde ese
cometido tuve que tratar de armonizar dos discursos que obviamente, como en
toda empresa, suelen tener puntos de desencuentro. Hoy no parece estar el diálogo
en el mejor momento. No voy contra nada ni contra nadie en particular, voy a favor de que se
haga lo "imposible" por enderezar el rumbo en el seno interno del
grupo periodístico y de que las instituciones y autoridades locales interpreten
este acto como un aviso a navegantes. Hemos logrado dotar a Ferrol y su
comarca de voz propia en la prensa escrita y todos tenemos el deber de evitar
que, una vez más, caigamos en el "silencio". Se defiende una cabecera
periodística, se defienden puestos de trabajo, se defiende imagen y poderío y
se defiende, en suma, una brillante y arraigada tradición histórica local. La crisis aprieta cruelmente a todos los sectores, lo
sabemos, pero este, permítame el lector ajeno, me duele especialmente y con mayor motivo en el caso de
Diario de Ferrol, al servicio del cual, lo mismo que la plantilla que hoy se
manifiesta, he puesto toda la carne en el asador.
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