Los partidos gallegos eluden censurar a sus alcaldes que tienen sueldos desproporcionados. No hay más cera que la que arde. Somos así, pero en general, no sólo los gallegos. Una moral cívica pervertida, una subversión de valores, la cultura de la especulación, del pelotazo, en fin, para que os voy a contar, lo que estamos viendo a diario, invade la sociedad por los cuatro puntos cardinales. No, no es la clase política un sujeto abstracto, no son personas que llegan al poder y se corrompen. Ya existe una predisposición metida en las entrañas de la conciencia colectiva, unos se aprovechan de una manera y otros de otra. Hay mil fórmulas para tratar de enriquecerse utilizando la política como trampolín. Es verdad que existe la excepción, que hay políticos nobles, que no buscan la prebenda, que tienen un alto concepto de la política como medio de gestión y servicio a los ciudadanos, pero empiezo a pensar que son los menos y que, en todo caso, quedan eclipsados por esta marea de corruptos, pilluelos, ladronzuelos...Y la prueba está en que la corrupción se ha colado por todos los extractos sociales, de arriba y de abajo. Y el peligroso ejemplo de que la sociedad está implicada, no es ajena, lo tenemos en Valencia en donde se vota mayoritariamente a los corruptos. Y el caso Dívar al que tanta caña se le dio, es otro ejemplo. Difícil parto tuvieron los jueces para descolgarlo de sus responsabilidades. Había división de opiniones y las vuelve a haber ahora con las 208.000 euros que pide de indemnización, una inmoralidad total y absoluta de un personaje que se marchó voluntariamente o al menos él así se ha presentado cuando anunció la dimisión. Y el caso Urdangarín, etc., y todos los de personas más anónimas que dirigen los destinos de concellos pequeños y que se adjudican unos salarios insultantes, como acaba de ser denunciado estos días. En suma, esto da para un tratado. La sociedad está enferma y urge una regeneración, revolución, rebelión, pero ¿quién la encabeza?
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