Unas horas después de las numerosas manifestaciones celebradas en las principales ciudades de España no cabe otra reflexión que no sea la de advertir que la calle está cada vez más caliente y que el Gobierno de Rajoy cada vez más solo. Hasta la percha mediática, tradicionalmente alineada con el PP, le está fallando. Frente a la justificación de que tenemos que apretarnos el cinturón surge la pregunta si no es hora de detener tanto sacrificio como se les está pidiendo siempre a los mismos y si no hay otros caminos. Los ciudadanos ven, además, que los ajustes no alivian las presiones de los mercados. Ayer la prima de riesgo alcanzó un nuevo record y el diferencial famoso del bono a diez años superaba, una vez más, el fatídico indicador del 7%. Por otro lado, además de la soledad in crescendo en la que va quedando el Ejecutivo, cada día alarma más a los de dentro y a los de fuera el gallinero en el que se ha convertido el gabinete, sobre todo en el área Economía-Hacienda. Es verdad que son los más expuestos, pero lo que no es de recibo, incluso resulta escandaloso que Montoro espante un día sí y otra también a los mercados y provoque con sus declaraciones que la prima de riesgo se dispare más y más. El miércoles decía que no hay dinero para pagar nóminas y ayer insistía en que no hay dinero para pagar los servicios. ¿Tan desesperados se ven que recurren al chantaje emocional? Del galimatías que tiene montado Rajoy da también buena prueba el hecho de que la letra de los ajustes que ayer aprobó el Parlamento con los votos del PP haya adoptado versiones varias, según se informe en español, en inglés o en papel del BOE. Informaba un significado rotativo madrileño que el Gobierno se reserva papeles sobre el rescate que, sin embargo, publican los parlamentos de Holanda, Alemania y Finlandia. Yo creo que Mariano Rajoy está como el boxeador tocado que va de un lado a otro del ring absolutamente desubicado. En fin, uno podría decir allá ellos, pero es que nos va la vida, la salud, la educación, el empleo... y no podemos mostrarnos indiferentes.
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