Hoy El País saca en portada el resultado de una encuesta de Metroscopia en la que se pone de manifiesto el desplome del PP, el descrédito de Rajoy y también de los dos grandes partidos. A mi no me extraña en absoluto que el Partido Popular baje su cotización ante su propio electorado porque es lógico y normal. Mariano Rajoy y su equipo están haciendo todo lo contrario de lo que llevaban en su programa electoral. Esto es un golpe letal. Por otro lado, es tal el castigo al que está sometiendo a los de siempre, es decir, capas medias y bajas de la sociedad, que la reacción no puede ser otra. Los ciudadanos de a pie, incluidos sus electores, ven que se carga las consecuencias de la crisis sobre los más débiles, mientras que se protege a los más ricos. Incluso a los defraudadores se les pone puente de plata con una amnistía fiscal. Esto es muy difícil de digerir, por no decir imposible. Los administrados ven que los representantes políticos son manejados al antojo del ala más dura del Bundestag alemán que hacen del sacrificio y de la austeridad un uso totalmente injusto y despiadado. Los votantes ven que el primer rescate se lo van a engullir los bancos que, sin embargo, para nada suavizarán su política con los clientes: familias, autónomos, pequeños emprendedores, al contrario de nada va a valer la medida ya que todos los analistas constatan que vamos de cabeza al rescate total y eso va a suponer que nos vuelvan a sacar de la chisteras reformas y más reformas, subidas de impuestos, recortes a los sueldos, etc. decretados desde Bruselas, mientras el paro sigue creciendo de manera escandalosa y es fácil predecir que la sociedad, harta, reviente en estallido social. Dejo para el final la gestión de la crisis. Soy consciente de que es una situación de lo más compleja, gravísima, al borde de la quiebra y plato de mal gusto para cualquier gobernante sea del signo que fuere. Pero ha habido fallos solemnes: retrasar los Presupuestos hasta después de las elecciones andaluzas, toda una frivolidad para los observadores europeos que empezaron a pensar que estábamos de coña; una inyección a la banca con la que se decía que se acababan los problemas para que al día siguiente se demuestre que buena parte del tejido financiero falseaba sus cuentas. Por si fuera poco se quiere tapar a ojos vista el problema de Bankia, lo que suscita la desconfianza de todo el mundo: inversores, dirigentes europeos y ciudadanos en general. Los electores, finalmente, dan la espalda también al PSOE. ¿Cómo no se la van a dar si aún no hace un año eran ellos los que gobernaban y también, apurados por la situación, apremiados por la UE subvirtieron su programa electoral y emprendieron una hoja de ruta totalmente desnortados? Pero en este caso, con todos los fallos que también tuvieron, agua pasada ya no mueve molino.
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