lunes, 16 de julio de 2012

El poder de las redes sociales

Como se puede comprobar un día sí y otro también, a medida que avanzamos en el tiempo se echan menos en falta los medios de comunicación convencionales para publicitarla y unas siglas sindicales o políticas para convocarla. Como el malestar crece y se expande por toda la geografía española, solo es necesario calentar motores en  las redes sociales y la protesta se materializa en la calle como si fuera, aparentemente, por generación espontánea. Esto puede dar para una reflexión con dos polos de interés. El poder que va adquiriendo internet y lo que se ha dado en llamar redes sociales y el terreno que van perdiendo los sindicatos y los propios partidos políticos  como guías o conductores de la movilización. Recientemente, en el pasado Curso Gurméndez, algo se habló de este tema con motivo de la intervención del periodista cedeirés, actual director del ABC, Bieito Rubido Ramonde. Él comentaba el valor de internet  y de las redes como herramienta, pero advertía al mismo tiempo que era imprescindible separar el grano de la paja porque el bulo y la información vía "radiomacuto" abundaban y esto podía confundir al usuario, de ahí  que extrajera la conclusión de que, por ahora, la credibilidad residía en los medios tradicionales y en el periodismo convencional elaborado bajo el principio de la honestidad profesional y de la fidelidad a la verdad.  Nada que objetar al respecto, pero ha de tenerse en cuenta que en las redes también está muy presente ese periodismo y cuando el ciudadano o ciudadana se incorpora a twitter o facebook lo único que ha de hacer es saber seleccionar sus "amistades". El caso es, retomando el hilo inicial de la exposición, que ayer, sin ir más lejos, mucha gente, principalmente funcionarios, muy castigados por las medidas gubernamentales de ajuste,  saltaron a la calle en número de centenares a expresar su desazón y rechazo. En cuanto a la segunda parte de la reflexión, es obvio que los partidos mayoritarios, primero el PSOE, ahora el PP, son devorados por los efectos de la quiebra del Estado de Bienestar y  los errores que cometen en la gestión de la crisis. Por su parte, las organizaciones sindicales con más peso en la clase trabajadora hace ya tiempo que deberían de haber emprendido su refundación para adaptarse a la revolución tecnológica y a las nuevas circunstancias socioeconómicas. El problema es que van tan lentos y los cambios son tan vertiginosos que corren el riesgo de que la realidad los fulmine o deje muy tocados. Es mi modesto parecer.

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