Pontedeume estaba pegado a la figura de Carlos Gurméndez (Montevideo, 1916-Madrid, 1997), el filósofo de las pasiones y sentimientos. Allí, durante sus largas estancias en Centroña, se gestaron y escribieron muchas de sus obras que hoy constituyen un valioso legado. Hasta aquella villa han viajado importantísimas figuras, teóricos y propagadores del pensamiento, las letras, el periodismo, la historia, etc, personalidades que han tenido la oportunidad de conocer la hermosa tierra de los Andrade y llevar, de regreso a sus lugares de origen, un mensaje positivo, de exaltación y admiración de su belleza patrimonial, escenarios naturales, gastronomía y tradiciones. El curso Gurméndez tenía y tiene una resonancia que trasciende las fronteras locales y gallegas. Importantes medios de comunicación españoles, además de los propios, recuperaban año tras año el nombre de esta villa, gracias a la ausencia recordada del eminente escritor y filósofo y merced a la presencia de destacados estudiosos con renombre internacional. Gurméndez, primero y tras su muerte la viuda, hoy ya fallecida también, quisieron que fuese Pontedeume un pequeño templo de peregrinación en el mundo del pensamiento contemporáneo con cuyo objeto cedió toda su biblioteca para que se exhibiese en algún noble edificio institucional del concello eumés. Así han transcurrido 14 años, desde que el Club de Prensa de Ferrol y la Universidade da Coruña pusieron en marcha el curso, el más veterano y concurrido de los que se celebran en verano. Es probable que, donde quiera que esté, Carlos Gurméndez, aquel hombre sabio y bondadoso, escrutador de lo humano y "metahumano" (neologismo que le robo al médico, escritor y poeta Álvaro Paradela (1911-1979), vierta una lágrima de melancolía. El curso ya no se celebrará más en Pontedeume, la biblioteca que donó cambiará de sede, pero nos consuela que se mantiene su nombramiento de hijo adoptivo y que el sencillo monolito que recuerda al filósofo, allí, cerca de su Centroña querida, en la carretera de la costa, no será devastado por el abandono y el paso del tiempo. Quiero respetar escrupulosamente la decisión de la actual corporación eumesa, cuyo alcalde aprecio personalmente, que cree que se ha cumplido un ciclo, pero tampoco he de ocultar una triste sensación de que la historia se ha torcido y de que las circunstancias han desnaturalizado el indisociable binomio Gurméndez-Pontedeume. Pero el curso sigue adelante, ahora en Ferrol, del 11 al 13, en donde Gurméndez tenía muchos amigos, entre los cuales tengo el privilegio de contarme, y ocupó tribunas en diversas ocasiones.
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