Vuelta a lo intrascendente, aunque dudo que lo trascendente sea lo que sucede más allá de Pedrafita. Hoy, de verdad, de verdad, prefiero quedarme en mi ferroliño al que sigo viendo envuelto en el debate sobre la Venus de A Malata (festival erótico) asunto que, a fin de cuentas es algo lúbrico, pintoresco y divertido. Desde luego, mejor que hacer incursiones por la política nacional en la que si te detienes te dan ganas de llorar. Y no quiero que me den las ganas. Cuando me invade la desazón ante el panorama que observo, suelo buscar refugio, entre otras alternativas, en mi modesta biblioteca y en las hemerotecas digitales. Me lo paso pipa hurgando en legajos, almanaques, anuarios, fotos, colecciones todas ellas de principios del siglo pasado. Recurro igualmente a los fondos de la BNE (Biblioteca Nacional de España) en donde muchas veces me pierdo, literalmente. Y como tengo también la posibilidad de consultar en digital la parte ferrolana (1898-1938) de El Correo Gallego, todo un privilegio, sí señor, me procuro materiales que también son interesantes y que me valen para hacer oxigenación mental e intelectual, o sea, evitar atormentarme. Ayer me paré a ver el tratamiento que el rotativo ferrolano antes mencionado dio a lo del Titanic, tema tan de actualidad por cumplirse el centenario de su hundimiento en aguas de Terranova. Ningún hallazgo singular, como, por otro lado, era de esperar. Sólo la dificultad de las comunicaciones en aquella época puede justificar que habiendo sucedido el naufragio el 14 de abril, sin embargo, El Correo Gallego no le da cabida en sus páginas hasta el día 17. Con esta fecha señala en un suelto informativo "van conociéndose detalles del naufragio..." En los dos o tres días siguientes continúa con el tema, abunda en datos y le otorga honores de portada en una ocasión. Una curiosidad: el 21 de abril, el periódico saca punta a una "coincidencia". Relata lo que sigue: hace 14 años (1898) publicó Morgan Robertson un libro que trataba de viajes marítimos. Describía un barco llamado "Titan", que era el mayor del mundo y que al hacer su primer viaje en el mes de abril, naufragó sucumbiendo 2.000 pasajeros. ¿Profeta, vidente, leyenda, o coña marinera, nunca mejor dicho? El caso es que después de registrarse el dramático suceso, dicen que el autor agotó la obra. No hay mal que por bien no venga.
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