De nuevo, el sector naval mirando al precipicio. Tal vez desde la llamada reconversión de los años ochenta, los astilleros de la ría no atravesaban un momento tan delicado como el presente, mezclado, además, con los perniciosos efectos de una gravísima y generalizada crisis originada en el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Se extingue el trabajo de los últimos encargos, la cartera de pedidos está muy debilitada y sin visos de una recuperación más o menos inmediata, la cadena de producción empieza a perder eslabones y, por consiguiente, el fantasma del desempleo masivo planea dramáticamente sobre Ferrol y la comarca. Como no podía ser de otra manera -la historia se repite- los trabajadores amenazados por el paro han prendido la mecha de las movilizaciones. Se justifica la externalización del problema porque las gradas de Astano y Bazán han sido y siguen siendo, aunque por desgracia ahora mucho menos, el pulmón y motor de la economía de Ferrolterra. Hace treinta años, Ferrol superaba ligeramente los 90.000 habitantes, hoy estamos en 73.000. En las últimas décadas, la población ha caído en picado, signo evidente de la depresión derivada del desmantelamiento industrial y militar sobrevenido. Lo escribía recientemente en este blog y lo hice en otras muchas ocasiones desde el soporte papel, el hachazo salvaje decretado en su día por el Gobierno socialista no ha tenido nunca a lo largo de todo este tiempo compensación alguna. Tampoco el PP, que utilizó en muchas ocasiones esta situación para animar su discurso electoral o de oposición, hizo nada, cuando ostentó el poder, por cambiar el destino de esta comarca. Es la eterna deuda pendiente del Estado con Ferrol, que se convierte en eterna reivindicación de Ferrol con el Estado. Una columna humana marchaba ayer por el puente de As Pías para recordarlo. Es otra modalidad de ciclogénesis explosiva que empieza a lanzar los primeros frentes.
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