lunes, 19 de marzo de 2012

Grandezas y miserias

El eterno hándicap que padece la salud económica de Ferrol está, como es sabido, en relación directa con los dientes de sierra que dibuja el perfil de nuestra existencia como potencia naval. Y no salimos de ahí, al menos por el momento, aunque existe la esperanza de que la emergente diversificación industrial se vaya consolidando y actúe de colchón ante la periódica caída de la cartera de pedidos de los astilleros. Pero hablamos de un medio y largo plazo. Nuestra grandeza y nuestra miseria es el tradicional monocultivo. Lo nuestro puede representarse como el típico movimiento pendular, sinónimo de los períodos de vacas gordas y vacas flacas. No hay más remedio que convivir con los ciclos. No obstante, es preciso subrayar que de esta vuelta llevamos desde el año 1984 colgados de un solo lado de la balanza. El hachazo de la mal llamada reconversión naval nos obliga aún hoy a lamernos las heridas. Nos quedaba la construcción naval militar y también en ese sector surgen de un tiempo a esta parte nubarrones de angustia e incertidumbre para el futuro inmediato. Los gestores políticos de uno y otro signo no han sido capaces todavía de compensar tanto sacrificio como la comarca de Ferrol ha rendido a lo largo de treinta años. Esa es otra de nuestras debilidades, el poco peso político y escaso nivel de exigencia que Ferrolterra ha ejercido ante las administraciones. Lo estamos viendo ahora con el dichoso dique flotante.

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