El asalto a supermercados andaluces capitaneado por el diputado de IU Sánchez Gordillo ha destapado toda una cascada de opiniones reflejadas en medios convencionales y redes sociales. Se puede decir que hay para todos los gustos. Desde el que pone el grito en el cielo y pide poco menos que juicio sumarísimo, hasta quienes los justifican plenamente, pasando por aquellos que racionalizan lo sucedido. Me quedo con estos. No puedo hablar de tipificación de delito ni de interpretaciones legales, porque carezco de los datos necesarios. Soy periodista, no abogado o juez. Pero, precisamente con esa vara de medir que solemos utilizar los plumillas, que es la del sentido común y el examen de los hechos a la luz de los conceptos de la moral y ética cívicas analizaré brevemente el caso. Sin duda, la iniciativa tiene sus riesgos, cual puede ser abrir el camino, prender la mecha del estallido social planteando como fórmula de contestación el robo y el saqueo, que a todo se puede llegar como se siga oprimiendo a los más débiles. La sabiduría popular ha dejado para el refranero aquello de que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón y el referente para establecer comparaciones hoy lo tenemos muy fácil. Los políticos y los hombres y mujeres de las finanzas están precisamente proyectando la imagen de un saqueo al país en toda regla. Y a las grandes fortunas ni se les toca. ¿Cuál es la diferencia? Un pobre paria roba y va más pronto que tarde a dar con sus huesos a la cárcel, ahora bien, un tipo de cuello blanco se adjudica sus propios e insultantes salarios a cargo del erario público y se aplica unas estupendas indemnizaciones por hundir a los bancos que luego tienen que ser rescatados con el dinero de todos. Los más ricos colocan sus pingües fortunas a buen recaudo en los paraísos fiscales. ¿Qué es lo que piensa el común de los ciudadanos? No aplaudirá (o sí) la idea, pero concluirá que a fin de cuentas Gordillo y los suyos se llevan unos cuantos carros llenos para familias necesitadas y los de más arriba se llevan el dinero a manos llenas y quedan impunes. Pero lo más importante tal vez es que Gordillo no acudió a los supermercados con la cara tapada y empuñando un arma, lo hizo a cara descubierta, ligero de "equipaje" y avisando previamente a los medios de comunicación. Lo que ha pretendido -ya lo hizo con ocupación simbólica de tierras- es dar un golpe de efecto y provocar el debate y la reflexión sobre lo que está sucediendo en nuestro país. Y ahí es en donde me quedo.
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