lunes, 13 de agosto de 2012

Abuelidad

Y Mateo nació. Pero, se hizo de rogar. Estuvo vacilante. Hubo un momento en que asomó la cabecita, pero se resistía a salir. Como nos vio preocupados, pronto nos lo aclaró "O me arregláis eso que está pasando por ahí afuera o casi prefiero seguir aquí dentro".  Y es que Mateo olfateó la debacle económica, la perversión de la sociedad, el inseguro porvenir que se le presenta a las nuevas generaciones, la desazón y los sobresaltos, la prima de riesgo, los eurobonos, la UE, Alemania, la pobreza, el hambre...todo eso que él estudiará cuando tenga uso de razón en los libros de texto. No resulta extraño que titubeara. Veinticuatro horas pasaron desde que hizo sonar las alertas hasta que finalmente, anoche, ya de madrugada, decidió abandonar el claustro materno. Y lo hizo motivado, pese a las circunstancias disuasorias que presentía, por el amor y la ternura que inundaban el paritorio, el júbilo inenarrable que suscitaba su presencia y la esperanza de todos de que un mundo mejor es posible. Si el neonato Mateo se tomó un tiempo para la reflexión antes de dar el salto a este mundo poliédrico y desconcertante que lo recibe, quienes esperábamos su llegada tuvimos también la oportunidad de pensar en el legado que le ofrecemos. Mateo es mi cuarto nieto, que se suma a Alejandro, Cecilia y Carlota. Me he tomado la licencia de compartir con mis leales seguidores esta buena nueva. Una renovada abuelidad. Represento en Mateo a todos los niños y niñas que a diario nacen y a todos los padres y abuelos que, como yo/nosotros, celebran jubilosos y esperanzados un acontecimiento de tanta trascendencia. Pienso también en aquellos que nacen en un mundo paupérrimo, familias desestructuradas, la hambruna...Todos, todos tenemos que luchar por ese mundo mejor.

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