sábado, 4 de agosto de 2012
El control político de la información
Ya estamos acostumbrados. Es una ceremonia que se repite cada vez que las urnas impulsan un cambio de signo en el poder. Hasta se ve casi como normal lo que es una inmoralidad, una perversión democrática, una impúdica demostración de poder. Me refiero a los cambios en los medios de comunicación públicos. Desde luego, es una auténtica vejación para el periodismo y para el colectivo de profesionales. El político piensa: Interesa zutanito o menganita para determinado programa de audiencia porque es de mi confianza. Así podré darle instrucciones a la hora de abordar el tratamiento informativo de este o aquel acontecimiento. Y el periodista acepta el holocausto deontológico alineándose, bien por comunión, bien porque es la única manera de promocionarse, bien porque cuando de lo que se trata es de salvar la imagen o lavar la cara de los políticos de turno, eso lleva un plus en el precio. Es la mercantilización del oficio. El respeto a la pluralidad ideológica y al trabajo honesto del periodista son valores habitualmente pisoteados por quienes, sin embargo, se les llena la boca al hablar de los principios y reglas que deben de regir una prensa libre en una sociedad libre. Es verdad que en todos los sitios cuecen habas y donde no hay presión explícita funciona la autocensura y las empresas del sector están sometidas a las leyes del negocio y por tanto condicionadas en su línea editorial...e incluso hay profesionales que luchan con pundonor en las procelosas aguas del control político de la información en las que navegan, pero no cabe duda de que la escenificación que se hace en los medios de radio y televisión públicos cada vez que se produce un movimiento pendular en los Gobiernos canta mucho, por utilizar el lenguaje coloquial, es muy descarado y eso, como no puede ser de otra manera, cala en el tejido social en perjuicio de la imagen de los políticos, del periodismo y de los periodistas
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