¡Feliz Año Nuevo! No es el caso
hacer balances de lo que pasa a nuestro alrededor e incluso un poco más allá.
Porque, una vez más, nos veríamos obligados a meter el dedo en la llaga de las
vergüenzas y miserias que sufrimos buena parte de los españoles y europeos, en general, aunque unos más que otros, mientras una
minoría, que es la que tiene el poder económico y la sartén por el mango, vive ajena a tanto
sacrificio y dolor colectivo. Y que nadie les toque. Ya lo vimos en Francia y
también en EEUU. Esos comentarios, lo prosaico de cada día lo dejamos sobre la
mesa . Tiempo habrá, aunque a decir verdad nuestro particular muro de las
lamentaciones debe de tener ya el aforo colmado. Simplemente, quería hacer
llegar mi mensaje preñado de emociones, sentimientos y carga positiva a todas aquellas
personas en las que anida la lealtad y la nobleza, las que a pesar de todos los
pesares no abdican de su espíritu crítico, no abandonan el pundonor de la pelea
cotidiana, las que contra las adversidades siguen creyendo en una escala de
valores cívicos, en la ética de una convivencia democráticamente sana, en la
limpieza y transparencia de la conducta
pública, en un mundo más justo y solidario, en el que prime la dignidad humana
frente a los que solo piensan en la usura y el beneficio económico, los que
carecen de escrúpulos y roban a mansalva con guante blanco o guante negro y
humillan y causan el oprobio de los más desfavorecidos. Parafraseando a Serrat,
entre estos tipos y yo hay algo personal. Queden estas líneas como una oración
laica en el primer día del Año Nuevo que quiero compartir con muchos
ciudadanos, que los hay, que están en la misma sintonía y que participan de una
cultura de resistencia, lejos de la recurrida y estereotipada "cristiana resignación". Nunca a la esperanza hay que cerrarle todas las puertas y mucho menos cuando más la necesitamos.
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