Pronto nos hemos olvidado de la
lacra. El año que ha finalizado marca un antes y un después en la lucha contra
el terrorismo. Por fin se logró el silencio de las armas y el fin de un
derramamiento de sangre tan dramático como estéril. La democracia no podía
rendirse ante los fanáticos y si algo ha hecho bien el bipartidismo fue, aunque
le costó trabajo y no sin que mediaran desencuentros puntuales varios, mostrar
una unidad sin fisuras en este asunto. Decía que pronto nos habíamos olvidado
porque en las últimas décadas, el problema etarra y la preocupación que
provocaba en todos los españoles se ponía de manifiesto en todas las encuestas
y en todos los balances y a cualquier personaje de la vida pública en
cualquiera de las actividades que se le preguntase, todos sin excepción
apostaban por el fin del terrorismo como un objetivo prioritario.
Afortunadamente, aunque falta la disolución definitiva con entrega de las
pistolas, este tema lo hemos apartado de nuestros "diarios" y eso se constata,
por omisión, en los "recuentos" e "inventarios" que
tradicionalmente por estas fechas suelen hacer los medios de comunicación y los politólogos y
analistas de la actualidad. Qué mala suerte que cuando todo
apuntaba a que habíamos superado el terror y la barbarie y que circulábamos por
el carril del desarrollo y del bienestar nos cayó encima una crisis que está
minando las economías y poniendo en riesgo la paz social, cuestión que ha
relevado en la lista de preocupaciones de los ciudadanos al mencionado de ETA. No
obstante, si bien es cierto que nada es homologable ni comparable con la
pérdida de vidas a manos de los asesinos de la bomba lapa y del tiro en la nuca,
no es menos cierto que la quiebra del país nos está llevando al paro, la
pobreza y la desesperación, situación que está empezando también a cobrar
vidas.
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