El caso del consejero de salud de Extremadura es el vivo ejemplo de la doble moral con la que algunos, cada vez más por desgracia (sobran ejemplos) van a la política. La honestidad brilla por su ausencia y la política se toma como un trampolín para alcanzar objetivos en beneficio propio. La noble vocación del servicio a los demás, vieja regla de oro de la política, ha sido suplida por el afán recaudador y lucro puramente personal de los individuos que aspiran y luchan a codazos y puñaladas traperas por hacerse un sitio en las listas electorales. Esta es la fotografía, esta es la imagen que los ciudadanos perciben, que ya no se fían ni de su propia sombra, a la hora de formular valoraciones entre tal o cual partido, entre tal o cual candidato. Haz lo que yo digo y no lo que yo hago, parece ser el doble discurso de quien tiene precisamente el deber, siempre, pero más en los tiempos que corren por las circunstancias difíciles por las que atraviesa el país, de predicar con el ejemplo. Este consejero únicamente llevaba en el cargo tres meses. Da que pensar que haría cuando consolidase la "plaza". Y lo más indignante es que este político, que ignora las incompatibilidades de su cargo, presenta la dimisión postulándose como un modelo de ejemplaridad pública. Es el colmo. Por si fueran pocos los casos que casi a diario se van conociendo, ahora se viene a sumar el del presidente del Supremo que presuntamente, con gran alegría, gasta el dinero de todos en desplazamientos de ocio y placer. Aunque las cantidades sean "una miseria" como, al parecer, justificó. Lo que trasciende no es tanto, que también, el vil metal que se haya gastado a cuenta de todos los españoles sino el doble rasero con que miden quienes ejercen el sagrado papel de impartir justicia. Doble moral, doble lenguaje, doble rasero. Parafraseando a Cicerón ¿Quousque tandem abutere patientia nostra? ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?
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