La letra pequeña de la historia nos deja a veces episodios muy simpáticos en los que conviene recrearse. Si, al menos, la narración logra disipar nubarrones (y marrones) como los que se nos echan encima (y no hablamos en sentido meteorológico) y despertar la hilaridad del respetable ya habremos conseguido el objetivo. En el 1899, hace nada menos que ciento trece años, la mayoría de la corporación ferrolana tomaba el acuerdo de permitir la crianza de cerdos dentro del recinto urbano. "Cuando de tal acuerdo se enteren fuera de aquí, lanzarán una exclamación de asombro", escribía un reportero de la época, dejando traslucir una no disimulada indignación, para defender con vehemencia el buen nombre de la ciudad y la salud pública. El pifostio que se originó saltó a las páginas de los periódicos. Nosotros nos fijamos en lo que aparece publicado en El Correo Gallego, entonces rotativo cien por cien ferrolano. "Esto no es un ayuntamiento ferrolano, eso es un cabildo municipal propio de Cacabelos", decía exaltado el cronista, quien, por cierto, no aclaraba el motivo de la elección de dicha localidad como emblema del despropósito. "Populachería y nada más que populachería. Este es el único móvil del disparatado acuerdo", insiste el periodista, que atribuye la iniciativa a los republicanos del concejo "con el fin de ganarse media docena de simpatías", hoy diríamos votos. El periódico llega a identificar a los ediles "que en el asunto de la expulsión de los cerdos del recinto amurallado se han puesto a favor del bien público y que merecen consignarse para confusión y rechifle de los amparadores de cubiles". Como puede apreciarse, el relator no regateaba adjetivos que reflejaban un intenso cabreo. El asunto de la crianza de marranos en el recinto urbano motivó que incluso el ingenio se pusiese en marcha y no faltaron los ripios y entremeses. Una de estas caricaturas literarias, titulada "Cerdos y concejales", firmada por B. Iga. termina así: Y un lechón que llevaba varios días/emigrado con otros, de jolgorio/en una casa mata, en Baterías/al salir de su triste purgatorio/después de recorrer algunas vías/intenta subir al Consistorio/contra viento y marea de un agente/a expresar gratitud...personalmente. El recochineo, nunca mejor dicho, que le cayó a la mayoría republicana del ayuntamiento por haber tomado tal decisión, no deja lugar a dudas acerca del enfado que ocasionó en un sector de la población. Cerdos sí, pero fuera de puertas.
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