"Chuspi" |
Un sobrino me acaba de enviar a través de facebook una
foto en la que además de aparecer él y su hermano, se ve a un perrito que
inmediatamente me ha retrotraído en el tiempo (más de 40 años atrás) con una
historia que diría llena de ternura y humanidad si no fuera que se trata de un
animalito, al que llamábamos "Chuspi". No me acuerdo de las razones
de este nombre. Era pequeño, de raza cruzada. Pero si no hablo de humanidad sí que hablo de la proverbial
fidelidad del perro. Era verano y un día decidí, cosa que nunca había hecho, llevar al
"Chuspi" a la playa, uno de estos hermosos arenales, vírgenes aún
hoy, de mar abierto, que jalonan la costa ferrolana. Al llegar, el perro se
mostró extrañado con la arena, las olas, los bañistas...y no se separaba de mi,
jugueteando constantemente, siempre muy pendiente de mis movimientos. En esto
hizo acto de presencia un niño, de unos diez años, que le hizo gracia el
caniche y pronto familiarizaron. Aproveché la oportunidad para darme un
chapuzón. Andaba yo haciendo unos "largos" cuando veo venir a
"Chuspi" escopetado, nadando como si naciera al pie del mar, cuerpo
sumergido, cabecita erguida sin quitarme la vista de encima. Yo salí a su
encuentro y el animal se lanzó a mi como queriendo agarrarme, poniéndome
perdido de arañazos. Me deshice como pude del animal y este decidió subirse a
una roca baja, que había en las proximidades. Desde allí, mirándome empezó a
lanzar gemidos, mientras yo me sumergía y volvía a sacar cabeza una y otra vez,
muy incómodo porque el agua salada impactaba en los arañazos y me provocaba
molestias. El perro al ver que hundía todo el cuerpo en la mar volvió a
lanzarse al agua y desesperado intentó agarrarme de nuevo. El episodio había
despertado ya la curiosidad de todos los bañistas que seguían las evoluciones
del perro y su amo. Un hombre de veterana edad se introdujo en la mar, se acercó a mi
y me dijo "estábamos comentando en la playa que el perro no es que quiera
jugar contigo sino que está angustiado porque cree que estás en peligro y se
lanza a ti porque quiere rescatarte". Sin pensarlo retorné a tierra firme
manteniendo la distancia con "Chuspi", que me seguía. Al pisar la
playa nos fundimos en un abrazo. No paraba de lamerme y yo de acariciarlo. Junté su cabeza con la mía. Se
me puso el nudo en la garganta. A los que observaban la escena les brillaban los ojos de una emoción contagiada. Todos llegaban a la misma conclusión: el perro temió por mi vida. Yo no había reparado
en ello. Todavía hoy, al recordarlo, se me pone la piel de gallina. Los
animales nos suelen dar a los humanos muchas y hermosas lecciones. Esta, en lo que a mi respecta, para no olvidar. Y para
contarla.
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