domingo, 15 de septiembre de 2013

Ferrol ante un panorama desolador


 
Una de tantas movilizaciones populares en
demanda de carga de trabajo
 
Muchas veces lo hemos recordado. Ferrol nace como ciudad por y para el Estado y su economía ha de sustentarse desde entonces en la construcción de barcos. Funcionará el binomio Bazán-Marina que marcará el perfil de los ferrolanos. Torrente Ballester escribió que las familias ferrolanas soñaban con que sus hijos alcanzaran el puesto de director de la Constructora o  de almirante Capitán General. La realidad es que esos ferrolanos habrán de acostumbrarse a vivir en la alternancia del esplendor y la depresión económica, en relación directa con la carga de trabajo que le encomiende la Armada. Y esto sucede desde que a mediados del siglo XVIII se construyeran los astilleros de Esteiro, debutando con ¡la fabricación de 12 navíos!, operación que recibió el nombre de Apostolado. Más adelante, en 1795, nos encontramos con que se produce la primera y más larga crisis, debida al mal estado de la Hacienda española. Pasaría medio siglo para que en 1847, con el marqués de Molins de ministro de Marina, se reactivase la construcción naval. De nuevo, con el desastre colonial de 1898 vuelve el colapso hasta que en los inicios del siglo XX, concretamente en 1909 se decreta la Ley de creación de la Escuadra, bajo el Gobierno de Maura, período productivo que se mantiene hasta la primera Guerra Mundial (1914) en que vuelve a vaciarse la cartera de pedidos. En la dictadura de Primo de Rivera (1923) los astilleros desarrollan importante actividad, vinculada a los programas navales, mientras que en la República se produce otra paralización. Tras la Guerra Civil se crea la Empresa Nacional Bazán, en 1947, y en 1941 se funda Astano y ambas factorías constituyen el soporte económico de Ferrolterra hasta los años setenta en que se registran los primeros avisos de la crisis que acaban con el decreto de la Reconversión en los años ochenta y la caída en picado del empleo, que, salvo treguas esporádicas, no ha parado hasta nuestros días. Los dichosos dientes de sierra, que alcanzan altura cuando se registran encargos en los astilleros y retornan al valle cuando fallan los pedidos. Históricamente, coincidiendo con los períodos de vacas flacas, operó la presión social. Ahí estamos actualmente. Los trabajadores de Navantia, tras el descanso estival, vuelven a las movilizaciones. Vetados para la construcción de buques de la marina civil en la antigua Astano y sin encargos en materia de construcciones militares en la antigua Bazán, hoy ambas factorías bajo el paraguas de Navantia. Panorama desolador. Más que nunca. 

 

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