El teólogo y filósofo Juan José Tamayo, a la derecha de la foto |
Jornada para no olvidar, la pasada en la compañía del especialista
mundial en la teología de la liberación, profesor Juan José Tamayo Acosta, al
que el Club de Prensa me encomendó que introdujera con motivo de la presentación
de su libro "Invitación a la utopía". Pero no solo cumplí
voluntariosamente con este papel en el acto que tuvo lugar por la tarde en la
galería Sargadelos sino que también, de la mano del gran activista cultural
ferrolano Luis Mera, tuve la oportunidad de compartir con él mesa y mantel, lo
que me permitió aproximarme a una personalidad de excepcional talla humana y,
por descontado, de saber enciclopédico. De entrada, se presentaban algunas
sintonías, la primera por ser coetáneos, un pelín mayor yo, y en segundo término
se daba la circunstancia de que ambos tenemos la condición de exseminaristas. A
partir de ahí, grandes distancias con su altura intelectual y su caudal de
sabiduría. Como dije en la presentación, no soy teólogo, ni filósofo, solo
periodista y, por tanto, sentados a la misma mesa Tamayo se erige como el faro
y guía y el que suscribe como plumilla que toma nota y aprende. Hemos tocado
bastantes palos, hemos hablado de lo divino y de lo humano en una larga sobremesa en la que el tiempo que, en momentos como
este, deberíamos tener la opción de congelarlo, se esfumó
a todo filispín, expresión esta muy ferrolana nacida del inglés full speed que significa a toda
velocidad. Por la tarde, ya en el marco sargadeliano y ante un nutrido
auditorio, Juan José Tamayo Acosta nos dejó su lección magistral sobre la
necesidad de rescatar la utopía de la que dijo que estaba secuestrada, reo de
la acción devastadora de un neoliberalismo que cabalga espoleado por los
mercados, matando a su paso los sueños, las ilusiones, la esperanza. Tamayo
reivindicó el slogan del mayo francés "seamos realistas, pidamos lo imposible"
para borrar "seamos realistas atengámonos
a los hechos". El conferenciante dijo también que la utopía está relegada
porque es inconformista, porque desestabiliza el orden establecido, altera las
conciencias adormecidas, porque sueña, en fin, con otro mundo posible. Tras su
magnífica disertación se dio paso al coloquio en el que habló de la plena
vigencia de la teología de la liberación y abordó, asimismo, la figura del
nuevo Papa del que dijo que la gestualidad está bien, lo mismo que la simbología,
pero expresó sus dudas de que Francisco le dé una estocada letal al integrismo
quasi tridentino de los últimos pontificados. "Para eso, dijo, hay que
acabar con el papado y con el vaticanismo".
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