Con 100.000 euros de presupuesto, salidos de la
Diputación Provincial de A Coruña y del Ayuntamiento de Ferrol, estrenando la
categoría de Fiesta de Interés Turístico Internacional, la Semana Santa
ferrolana convoca a más de 200. 000 personas, que es casi la población de
Ferrolterra. Es obvio que esta arraigada tradición se alza como un reclamo de
interés económico, con independencia de fervores y pasiones. En el fenómeno,
que se transmite de generación en generación, participan creyentes y laicos. Unos
ven representado la agonía de Jesús y otros admiran el espectáculo de arte y
cultura. Pero unos y otros se constituyen día tras día en público entregado,
dinamizan el ambiente y movilizan las divisas de manera especial en el sector
de la hostelería. Sin duda, es digno de subrayar el esplendor que la Semana
Santa ferrolana, que hunde sus raíces en el siglo XVIII, ha ido cobrando en las últimas décadas, tras
el advenimiento de la democracia. Del año 1987 a esta parte, los desfiles procesionales
pasaron de trece a veinticinco, doblaron también la afluencia de fieles y
seguidores en las calles y plazas, entonces eran 100.000, según los cálculos
que obran en las hemerotecas, y su presupuesto pasó de seis millones de pesetas,
es decir, 36.000 euros a 100.000, casi diecisiete millones de las antiguas
pesetas. Por aquellas fechas empezó siendo catalogada por la Junta Central de
Cofradías como la mejor del Norte de
España hasta llegar al 1995 que es declarada de interés turístico nacional y ahora internacional. El acontecimiento, del
que se han puesto en circulación 25.000 programas de mano, está rodeado de
otras actividades como es el ya tradicional salón del caballo "Equiocio",
y la ruta de la construcción naval, con visitas guiadas. Y si hemos de hablar de la Semana Santa ferrolana como
un hecho cultural y religioso no debemos olvidar el contexto social en el que
transcurre, marcado por el calvario del desempleo que sufre la población Ferrol
y comarca a causa de la inactividad de sus astilleros. Pasión para vivirla
según creencias y costumbres y vía crucis para miles de familias afectadas por
la crisis del sector naval. Del esplendor de las procesiones que itineran por
calles y plazas a la angustia de las manifestaciones populares que discurren
por parecidos trayectos, en este caso envueltas en el grito de la desesperación
porque no hay trabajo. Es lo que va del rito a la realidad.
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